Cecilia Rodríguez

El miércoles amaneció nublado en Barcelona, por lo que Cecilia Rodríguez cambió sus planes de ir a la playa con su marido y sus dos hijas y decidieron hacer una excursión por la tarde. Gracias a esa circunstancia, la jefa del laboratorio de control de doping del Consejo Superior de Deportes pudo ser localizada, en plenas vacaciones, y esa misma tarde viajó a París para poder estar presente en el contraanálisis realizado al líder del Tour, Pedro Delgado. Considerada como una de las mejores especialistas en este campo, asegura que el hallazgo de doping en un laboratorio se vive siempre como un drama.

"El doping es la ingestión de una sustancia prohibida, cuyo uso atenta contra la salud del deportista y la ética del deporte", define casi de carrerilla Cecilia Rodríguez, de 43 años, jefa del laboratorio de investigación bioquímica y control de doping, dependiente del Consejo Superior de Deportes. La vida de esta licenciada en Ciencias Químicas, que de la noche a la mañana ha salido de un anonimato fielmente guardado para aparecer en todos los medios de comunicación, gira en torno a los tubos de ensayo. Su marido, también químico, es el director técnico del mismo laboratorio donde ella trabaja, y sus dos hijas, de 16 y 15 años, ya han mostrado preferencias por esta profesión. Quizá será de oír a su madre hablar con tanta pasión de su trabajo.Nacida en Madrid hace 43 años, Cecilia Rodríguez, una mujer que habla con una rapidez casi inusitada, ha crecido profesionalmente al lado del laboratorio de control de doping. Ella ha sido de momento la única jefa desde su creación, en 1968. Cuando estudiaba en la facultad, Cecilia Rodríguez oyó hablar del proyecto del laboratorio y no sabe por qué pensó que allí estaría su futuro. Y no sólo no se equivocó, sino que ha conseguido situar el laboratorio entre los mejores y más serios de Europa.

Reconoce que el hallazgo de doping es siempre un drama por lo que implica para el deportista, no solo en el terreno de su salud sino en el de sus futuros ingresos. Sin embargo, dice que la única manera de acabar con el doping es el control y las consiguientes sanciones. Insiste una y otra vez en la importancia de divulgar y conocer lo que es el doping, para acabar de una vez con la creencia de que los deportistas no pueden tomar una aspirina para curarse un catarro o ingerir antibióticos, o tomar café y coca-cola.

Cuando abandona su laboratorio, en la Ciudad Universitaria de Madrid, y como mujer que se considera muy hogareña, se dirige a otro que también le entusiasma: la cocina. Y es que dice que todos los químicos son buenos cocineros, que al fin y al cabo es lo mismo. "Mezclar una cosa de aquí y otra de allá para obtener el resultado apetecido". Sin apenas dormir, ha pasado 24 horas en París. Su paso desde el anonimato hasta las páginas de los periódicos lo califica de mal menor y lo vive casi con resignación. Es una persona que despide un enorme optimismo y una gran pasión por su profesión, y saca de todo ello una conclusión enormemente práctica y positiva: "Si para que la gente conozca lo que es el doping y nuestro laboratorio me tengo que poner de pantalla, me pondré".