Sectores industriales y regiones españolas ante la CE
La adhesión española a la Comunidad Europea planteaba desde el principio posibles problemas a algunos sectores productivos y a determinadas zonas en función de su nivel de industrialización. Si bien los sectores afectados, positiva o negativamente, aparecían de forma clara desde el principio, las repercusiones sobre las zonas geográficas eran menos nítidas y más difíciles de delimitar para aquellas regiones en las que el sector secundario tiene un papel importante pero no determinante a la hora de la generación de renta.
Podríamos parafrasear una conocida afirmación de Habermas a propósito de los intelectuales aplicándola a los economistas: el oficio de economista consiste en hacer comprensible el magma de la actualidad. Comprender e intentar explicar con racionalidad los fenómenos en que hoy estamos inmersos, a pesar de la dificultad del empeño, parece, en efecto, uno de los retos a asumir por el economista.Impacto comunitario
Bajo esta preocupación, acepté en 1986 el cometido de la Comisión de las Comunidades Europeas de estudiar el impacto comunitario en los sectores industriales y regiones de los dos países ibéricos, entonces recién entrados en el club comunitario. En la medida en que el estudio se elaboraría fundamentalmente en 1987 con la colaboración de equipos de expertos de Madrid, Lisboa, Barcelona y San Sebastián, trabajaría con estadísticas del quinquenio inmediatamente anterior a la adhesión, es decir, 1980-1985, y, lo que era especialmente arduo, con las cifras más actualizadas que estuvieran disponibles para evaluar los primeros impactos sectoriales de la integración. Con las estadísticas de comercio exterior, informatizadas a través del indicador de contribución al saldo y otros tres indicadores se podían tener señales incluso prospectivas de por dónde estaban incidiendo los efectos de la CE en las estructuras industriales de España y Portugal.
Gracias a estos instrumentos metodológicos, el estudio -algunos de cuyos resultados se resumen en uno de los trabajos recogidos en el número 34 de Papeles de Econonúa Española (*)- ha detectado los sectores fuertes o débiles tanto en el contexto mundial como en el específicamente comunitario. Una síntesis de este último contexto, por lo que respecta a España, se ofrece a continuación.
a) Inmediatamente antes de la adhesión se diseñaban sólo cuatro sectores fuertes respecto a la CE-10: frutas y verduras, petróleo y sus derivados, vehículos por carretera y calzado. Los dos primeros sectores, ambos productos primarios, son más sensibles al efecto de desviación de comercio que al de creación de comercio, lo que refuerza su fortaleza. Lo contrario sucede con los otros dos sectores, automóviles y calzado, modelos empero de competitividad contrapuesta: internacional en razón a la implantación de multinacionales en el sector automóvil, y nacional -e incluso de economía sumergida- el muy atomizado sector del calzado.
b) En definitiva, esos cuatro sectores fuertes conllevan perspectivas diferentes: mientras que la actividad petrolera incrementará su fuerza en el contexto comunitario, los sectores hortofrutícola y del calzado pueden verse amenazados por la oferta de otros países, incluyendo los de reciente industrialización. En cuanto al sector del automóvil, su horizonte no escapa a la estrategia mundial de creciente concentración y competencia.
c) De los ocho sectores delimitados como débiles, la mayor debilidad se encuentra en los tres categorizables como bienes de equipo: la tendencia de las máquinas y equipos generadores, así como de la maquinaria especializada, es que su debilidad empeore, aunque ello no es tan claro en la maquinaria general. Toda la industria de bienes de equipo es sensible a la creación de comercio con la CE, y en la medida en que, con excepción de los equipos generadores, propenden a exportar fuera de la CE, se añaden nuevos signos de vulnerabilidad.
d) Los sectores de química orgánica y resinas artificiales y plásticos son sensibles a la creación de comercio con la CE, pero, dada su propensión a exportar fuera de la CE, obliga a ser muy cauto en el pronóstico de ambos.
e) La debilidad del sector de minerales metálicos y chatarra está reforzada por la crisis de las industrias que utilizan esas materias primas, la siderurgia. En cambio, los otros dos sectores débiles -maquinaria de oficinas y ordenadores e instrumentos profesionales y científicos- pueden mejorar, dado que su creciente presencia en los mercados de los países desarrollados está apoyada por la producción en España de firmas internacionales.
Más diferencias
Más dificil, desde el punto de vista empírico, era contestar a la segunda parte de la pregunta de la comisión: cómo los impactos sectoriales industriales confluyen en los espacios regionales. Cualquiera que se haya aproximado a las realidades regionales sabe que éstas caen en la categoría de lo que los físicos denominan fuzzy phenomena, dada la escasez y/o excesiva agregación de los datos.
En nuestro estudio hemos trabajado con procedimientos indirectos y, en gran parte, opináticos, con lo que esto comporta en cuanto a sesgos cualitativos, si bien de naturaleza no muy dispar a los de las encuestas empresariales de coyuntura o a las evaluaciones internacionales de riesgo-país.
Bajo estas salvedades deben contemplarse las conclusiones, siquiera provisionales, que se desprenden de nuestro estudio en el ámbito espacial de España:
a) Las perspectivas en lo que concierne al sector industrial son positivas en las tres regiones más industrializadas -Cataluña, Madrid y País Vasco-, así como en Navarra y La Rioja. A medio plazo también lo son en Aragón, Castilla y León, Murcia y Comunidad Valenciana.
b) Perspectivas negativas tanto a corto como a medio plazo se registran en Asturias, Canarias y Extremadura, mientras que en Andalucía y Cantabria mejoran en el medio plazo (de tres a siete años).
c) El resto de las regiones, es decir, Baleares, Castilla-La Mancha y Galicia, tienen perspectivas neutrales en su evolución industrial.
Si estas perspectivas se confirman, parece confirmarse también la premonición tantas veces apuntada de que la integración en la CE (así como la nueva configuración de la economía internacional) beneficia más a las áreas ya industrializadas. El corolario para la política económica también lo hemos repetido en otras ocasiones: si no se desea el agravamiento de las desigualdades regionales, hay que presupuestar mucho más y organizar mucho mejor los instrumentos e incentivos regionales. Unos y otros -tanto por lo que respecta a la política regional comunitaria como, sobre todo, a la estrictamente española (mero remolque de la primera)- son hoy radicalmente insuficientes.
* El estudio in extenso Efectos de la adhesión a la CEE sobre los sectores industriales y las regiones de España y Portugal ha sido publicado por el Servicio de Estudios Económicos del Banco Exterior de España, en su Serie CEE.
es economista.
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