Fuertes tormentas
El largo y cálido verano, realizada en 1958 por Martin Ritt, es la sexta película de Paul Newman, y su personaje, el de Ben Quick, el que le afirmaría en el puesto de gran astro de la pantalla, llegando incluso a ganar el premio de interpretación en el Festival de Cannes. Y es que ése es un personaje agradecido, un auténtico caramelo para actores de temperamento y muy especialmente para actores, como Newman, curtidos por el Actor's Studio.Como los protagonistas de Teorema, Pale rider o el ET de Spielberg, Ben Quick es un sujeto caído por azar en un núcleo humano para alborotarlo. El medio elegido no podía tener mayores posibilidades para crear fuertes tormentas pasionales: el Sur, el Misisipi profundo, anciano, primitivo y dormido.
Newman, o Quick, atiza ahí con furia todo su catálogo de arrogancia, cinismo y desprecio sobre insatisfechas solteronas dignas de Tennessee Williams, endiosados terratenientes -otro papel de caramelo, éste para Orson Welles, su sombrero, su puro y sus enormes gotas de sudor-, hijos de papá enfebrecidos por los celos, y otras hierbas propias de nuestra especie.
Todo tiene en El largo y cálido verano, y no sólo la atmósfera, alta temperatura. Y también, no puede negarse, aromas literarios y teatrales de mucha enjundia, una raíz faulkneriana vestida con ropajes del ya mencionado Williams. ¿Quiere eso decir que hay un exceso de teatralidad en la película? Tal vez lo haya, pero queda suficientemente paliado por la estupenda fotografía en color de Joseph La Shelle, un riguroso cinemascope y la impronta algo-televisiva que le concede Ritt. Es película para saborear desde un porche, sentado en una mecedora y con una gran jarra de limonada fresca a nuestra vera. Sí, es película antigua, melodrama trasnochado y excesivo, pero tiene un singular encanto.
El largo y cálido verano se emite hoy a las 22.20 por TVE-1.
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