Paco Giménez Torres
Señor director: la circunstancia de que fuera consejero fundador de EL PAÍS y su personal afecto, que me consta, me mueven a rogarle la publicación de esta carta,Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior
con motivo de su reciente fallecimiento.
Once años ausente de la vida pública -la presidencia del INI, ya en democracia, fue su último cargo- pudieran haber desdibujado su imagen. Cierto que sus seis grandes cruces -cota difícilmente igualable- dan idea de su significación pública. Pero es su pequeño anecdotario, profundo, vital, humano, del que fui testigo y confidente durante 26 años, el que configuró tan rica personalidad. Y parece justo, en homenaje póstumo, traer ahora a las páginas del periódico algunos retazos de la misma.
Independiente e íntegro hasta las últimas consecuencias, fueron notorias sus dos más importantes dimisiones. Como secretario general de la Organización Sindical (1960), cuando recibió indicaciones de frenar la democratización del sistema, cuyo compromiso había asumido. Y como subgobernador del Banco de España, cuando una reorganización interna disminuyendo sus funciones le impedía ser él mismo: tremendamente activo y vital. "Que se sepa, Paco Giménez Torres fue el primer político en dimitir", escribió por entonces el igualmente desaparecido Pedro Rodríguez, su entrañable amigo.
Y desconocida, obviamente, era su certera visión cuando se le solicitaba consejo. Recuerdo ahora, al revivir sus confidencias, dos significativos botones de muestra. Al entonces Príncipe del España: "No os rodeéis de cortesanos, alteza...". Y al general Franco, al hilo de las primeras huelgas en Asturias: "Comprended las motivaciones de los trabajadores...".
Pero fue al final de su vida, conocedor desde el primer momento de la naturaleza y alcance de su enfermedad -que le reportó grandes sufrimientos fisicos-, cuando dio la medida de su temple, de su serenidad y de su preocupación para con sus allegados, familiares y colaboradores. La misma lealtad consustancial en mí, pero que él me reafirmaba a diario con su ejemplo -"la difícil lealtad descendente", decía un amigo común-, es la que me mueve ahora a redactar estas líneas de homenaje póstumo y de entrañable recuerdo. Descanse en paz.- Juan Pastor Ribes.
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