Edberg dio una lección de humildad a Becker
ENVIADO ESPECIAL Stefan Edberg (Suecia), de 22 años, se adjudicó ayer el torneo de tenis de Wimbledon al vencer en la final a Boris Becker (RFA), de 20 años, por 4-6, 7-6 (7-2), 6-4 y 6-2 en 2-50 horas. Edberg cobró unos 36 mifiones de pesetas, mientras que Becker recibió la mitad. Ésta es la primera vez que Becker, el favorito, pierde en la pista central de Wimbledon, donde ganó los títulos de 1985 y 1986. Para Stefan Edberg, el de ayer es tercer título del Grand Slam, tras ganar Australia en 1985 y 1987.
Boris Becker recibió ayer uno de los castigos más severos desde que inició su carrera tenística. Becker, hasta ayer, se creía imbatible sobre la hierba de Wimbledon, y consideraba que su derrota del año pasado -perdió ante el australiano Peter Doohan muy pronto- había sido un accidente. Pero ayer, Stefan Edberg, el primer sueco que gana en Wimbledon desde Bjom Borg, en 1980, le dio una pequeña lección de humildad. Stefan Edberg aguantó el primer chaparrón de juego de Becker como los espectadores habían soportado la lluvia que cayó incesantemente sobre Wimbledon. Pero después, Edberg aceleré su ritmo de saque y volea y, por primera vez en su corta vida, Becker se sintió traicionado por la hierba.El partido se vio afectado ayer, de nuevo, por la lluvia. Estaba previsto que comenzase a las 12.00, hora peninsular, pero los jugadores no pudieron saltar a la pista hasta las 14.04, y sólo jugaron 15 minutos, que hay que añadir a los 22 del domingo. Boris Becker parecía haber escarmentado de lo que sucedió entonces y esta vez fue él quien tomó la iniciativa, ganando tres juegos consecutivos y colocándose con una ventaja de 5-4 y el saque a su favor.
La lluvia volvió a aplazar el desenlace, y a las 15.59, 25 horas después del inicio oficial, la final se reanudó para no volver a suspenderse. Las condiciones eran nefastas para los jugadores. Hacía frío, soplaba el viento, la luz cambiaba constantemente y, además, tanto Becker como Edberg tardaron en coger el ritmo que normalmente preparan en entrenamientos previos.
Becker ganó enseguida la primera manga por 6-4. El partido entró entonces en una fase de igualdad. Ambos jugadores mantuvieron su saque hasta la muerte súbita. Y fue entonces cuando Becker perdió la final. Edberg, muy agresivo, se colocó con una ventaja de 5-0 y Becker ya no pudo salvar la situación. Curiosamente, la idea de la derrota se le clavé en el cerebro, y comenzó a disminuir su intensidad de juego.
El tercer y cuarto set fueron un recital de Edberg. Golpeando la bola muy pronto, restando con golpes muy duros y cruzados, Edberg se fue haciendo poco a poco con el partido. Pero donde realmente ganó el título fue en la red. Edberg tiene una volea rapidísima, y coge la bola muy pronto para lanzarla a los rincones más insospechados. Además, su rapidez de movimientos laterales es extraordinaria. Becker necesitaba hasta tres y cuatro golpes para sobrepasarle.
Becker, por primera vez, se encontraba con un jugador que dominaba mejor que él los recurso! del saque y volea en la hierba. Y, dominado por sus nervios, volviendo a su temperamento juvenil, Becker comenzó a lanzar gritos de desesperación, a tirar la raqueta al suelo, a perder los nervios. Edberg, reaccionando con unas ansias desconocidas en él, que hasta ayer era el tenista más frío del mundo, ganó el tercer set por 6-4, y se escapó por un 5-1 en el cuarto, que Becker ya no pudo salvar.
Los alemanes, pues, se han quedado sin el doblete de triunfos. Y Stefán Edberg despertó a Becker de su sueño de cuatro años. Pero el alemán aún es lo suficientemente joven como para tomarse su pequeña venganza en los próximos años.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.