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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

'Hooligans'

LA COPA de Europa de selecciones nacionales de fútbol ha concluido para el equipo español con infinita pena y escasa gloria. Sólo una dirección técnica que ignora la evolución del fútbol actual y una tramoya federativa incompetente pueden explicar cómo es posible que unos jugadores que han llevado a sus respectivos equipos a finales o semifinales europeas de clubes y que se han ganado el respeto continental por su calidad puedan dar muestras de impotencia como las ofrecidas en este campeonato. En todo caso, el presente torneo europeo no pasará a la historia por el fútbol que han practicado hasta ahora los ocho finalistas, probablemente con la única excepción de Italia, y sí por la violencia animal de algunos de sus seguidores, sobre todo los británicos.El Gobierno del Reino Unido ha acordado someter al Parlamento una nueva batería de medidas dirigidas a reforzar los sistemas de control de los hooligans, esos bárbaros contemporáneos que utilizan el fútbol como coartada para desfogarse mediante la práctica de la violencia. No se puede negar sinceridad a los gobernantes británicos cuando se confiesan abochornados por el espectáculo ofrecido por sus jóvenes compatriotas desplazados a la RFA. En Düsseldorf, donde se enfrentaron las selecciones de Inglaterra y de Holanda, se registraron muy serios incidentes, con numerosos heridos y medio millar de detenidos, además de cuantiosos daños materiales. El Gobierno de Londres propondrá la aplicación de más estrictas restricciones a la libre circulación de los seguidores, el reforzamiento de los impedimentos a la adquisición de bebidas alcohólicas, tanto in situ como en ruta, y otras medidas complementarias. También estudia la renuncia voluntaria de la selección nacional de fútbol a participar en competiciones internacionales. La propia federación inglesa de fútbol se ha adelantado, por su parte, a solicitar de la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA) la prórroga de la suspensión de los clubes de su país en los campeonatos continentales. Dicha suspensión, decretada en 1985 con motivo de la tragedia del estadio de Heysel (39 muertos, 300 heridos), tenía carácter indefinido, pero debía revisarse este mismo mes.

Todas las medidas propuestas -algunas de ellas francamente inaplicables en la práctica- tienden a reforzar el aspecto represivo, con olvido de la dimensión sociológica del fenómeno. Ello es genéricamente cierto, pero la verdad es que en ningún otro país se han destinado tantos esfuerzos a la investigación de las raíces psicológicas y sociológicas de la violencia asociada al deporte. Las tesis doctorales y otros estudios realizados en los últimos años han iluminado todos los rincones del asunto, pero apenas han podido avanzar un ápice a la hora de señalar medidas concretas que pudieran reducirlo. Entre las pocas consideraciones que pueden ser evocadas con cierto margen de seguridad figura ésta: que no es riendo las gracias de los alevines de hooligans que han comenzado a proliferar en nuestros estadios como se conseguirá evitar que esos aprendices lleguen a doctorarse mañana en la brutalidad que hoy lamentan los británicos.

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