Ecología elemental
Tras una operación del prestigio de Excalibur, John Boorman se encaprichó de nuevo del cine de aventuras y, de nuevo también, pretendió redimensiónarlo con La selva esmeralda, engrandecer los márgenes tarzanescos en que tantos argumentos de ese mismo molde han quedado prendidos La selva esmeralda es un filme con mensaje, la fastidiosa palabra de antaño, un filme sobre el choque de dos culturas, el choque de un radical primitivismo con algo llamado civilización y con lo que de ella se desprende: la tecnología, ejemplificada en unas excavadoras que penetran sus garras en el corazón mismo de la selva amazónica para construir una presa.El contraste se agudiza Cuan do Boorman nos lo plantea todo a través de una historia familiar la de un padre que años ha perdió a su pequeño retoño, secuestrado por unos nativos, y ahora lo reencuentra convertido en un miembro más de la tribu. John Ford ya nos enseñó, en Dos cabalgan juntos, que la reincorporación del salvaje a su antiguo contexto es un imposible y Boorman no se anda por las ramas, aunque haya muchas en la jungla, pretendiendo dictaminar lo contrario. Lo que sí hace es internarse por senderos místicos, tan caros a su cine, y vehicular una película llena de símbolos y de una ecología elemental, forzando a veces el plano.
La selva esmeralda se emite hoy, a las 22
40. Corrupción en el internado, a las 4.00. Roxie Hart, a las 7.30. Todas, por TVE-1. Accidente 703, a las 16.50, por TVE-2.
El resultado es un discurso previsible bien envuelto en imágenes bellísimas, en espectáculo de talla. Lo que sucede es que John Boorman, por muy metafísico que sea, no es Werner Herzog, y se negó a rodar con aborígenes auténticos, hecho que da al filme una falta de rigor interno y de coherencia, y que la descalifica en su dignidad.
El resto de la programación del día está compuesto por una película española, Accidente 703, dirigida por José María Forqué en 1962, y crónica de las causas que inducen a un grupo variado de gente a no detenerse ante un accidente automovilístico y sus posteriores efectos, y por dos películas que, curiosamente, ya habían tenido sus respectivas versiones dos décadas antes cada una. Una es Corrupción en un internado, remake de un clásico alemán de los treinta sobre el enamoramiento de una chica y su profesora, más efectista que su precedente y menos valiosa, aunque merece verse por Romy Schneider y Lilli Palmer encarnando a sus protagonistas. La otra, Roxie Hart, una comedia cómica basada en una obra teatral de Maurice Watkins que, además de tener una versión primera, sirvió a Bob Fosse, en 1975, para inspirarse en la comedia musical Chicago, uno de sus éxitos en Broadway. La película, inédita en nuestras pantallas, cuenta con jugosas composiciones de Ginger Rogers y Adolphe Menjou.
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