LLuvia y toros en San Isidro
La semana pasada sucedió en la plaza de toros de Madrid un hecho que no es nuevo en la fiesta: se suspendió un festejo por lluvia, tras la lidia del tercer toro. Tampoco es nuevo que el público, que ha pagado, manifieste su desagrado. Pero sí me llama la atención que la Prensa en general y sobre todo el crítico del periódico que usted dirige aprovechara el suceso empleando argumentos que atentan a mi dignidad profesional y personal.No me he quejado nunca de las críticas que como todo hombre público debo aceptar; incluso no me he quejado de las de Joaquín Vidal, que siempre me ha juzgado mal. Si ahora le escribo es por respeto a los lectores de su periódico, para que conozcan las verdaderas razones que, como director de lidia, me movieron a tomar una decisión que considero justa. Cuando finalizó la lidia del segundo toro, el ruedo estaba encharcado, impracticable. Atendí la petición de mi compañero Roberto Domínguez, que deseaba lidiar al menos su primer toro. Y luego solicité la suspensión de la corrida porque yo no podía asumir la responsabilidad de un previsible accidente que afectara a otros, ya fueran matadores, banderilleros o picadores. Además, el suelo era una pista de patinaje y la
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reposición de nuevo albero lo único que podía hacer era embarrarlo y tornarlo más resbaladizo.
Créame, señor director, que después de 17 años de matador de toros, tras haber matado más de 3.000 toros y no haber faltado jamás a mi cita con Madrid, íntimamente me provoca una total indiferencia leer que tenía miedo porque me esperaba la lidia de un toro con 600 kilos, que carezco de vergüenza torera y otras cosas por el estilo.
En estos años de profesión he aprendido a asumir mi responsabilidad, aunque a veces me cueste la enemistad de un sector del público. Pero sí me creo en la obligación de informar a sus lectores sobre las verdaderas razones de una suspensión. Son tan legítimas como el juicio subjetivo de don Joaquín Vidal- Matador de toros.
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