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Tribuna
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Discotecas

Manuel Vicent

La fiesta de Mayo del 68 en París fue la explosión final de un cúmulo de palabras radiantes. Entonces los jóvenes aún hablaban y ese hecho era lo más revolucionario. En la primavera de 1968 se produjo la última descarga oral y a continuación comenzó el silencio. Los héroes de la asonada callaron; a renglón seguido entraron a trabajar en altas oficinas y luego se hicieron gastrónomos. Entre nosotros, la revolución de mayo tuvo una importante consecuencia: nuestros universitarios más audaces decidieron desabrocharse el segundo botón de la camisa. Gracias a eso hoy ocupan todos los resortes del poder. Lo consiguieron utilizando sólo palabras.Ahora los hijos de aquellos oradores del Odeón no hablan. Cuando terminó la refriega verbal del mayo francés, alguien subió el volumen de la música para llenar el vacío, y las motocicletas también abrieron los escapes, ya que el silencio de la nueva generación había que cubrirlo de alguna forma. Las discotecas lo solucionaron con los trallazos de las guitarras y los gritos desaforados de los cantantes de moda, La gente mayor dice que en las discotecas no se puede hablar a causa del estruendo que reina allí; pero se trata justamente de lo contrario. En las discotecas hay que meter mucho ruido porque nadie habla. Ningún joven moderno tiene necesidad de comunicarse por medio de palabras mientras está en el abrevadero. En ese espacio iluminado por el resplandor de los licores la relación se establece a través de una vibración de las vísceras que: se deriva de los bafles. Ellos juegan al billar, se friegan con los ojos, echan al aire la propia berrea, levantando el belfo, como los ciervos, con un vaso en la mano y el ritmo en el pie. La comunicación de palabra se desarrolla después, en el coche, cuando las pandillas cambian de discoteca en frenéticos viajes de madrugada atravesando la ciudad. Con los pies fuera de las ventanillas, los jóvenes de hoy recitan una y otra vez este verso inmortal: "Jo, macho, putamadre, tío; jo, macho, putamadre, tío". Llegan a otro abrevadero y callan bajo la música.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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