Un chico de Vallecas
Sarasola es un empresario al que se describe en Informe semanal como "amigo de Felipe González". Comparece en la pantalla, y a las preguntas del periodista responde que sabe perfectamente que el boxeo goza de mala opinión pública, que está desprestigiado en España, pero que a él le gusta ir a la contra; lo repite con satisfacción.El boxeo está desprestigiado en España, y en algunos otros países, por su brutalidad intrínseca, por sus destrozos humanos, por la desconfianza en su pureza, por el regusto de sadismo con que se contempla. Y porque, aunque no hubiera nada de eso, suceden casos como el que nos ofrece Informe semanal. uno de los chicos cercados en Vallecas -o en cualquier suburbio de cualquier ciudad- puede ser descubierto por un padrino rico, amigo del presidente del Gobierno, y se pueden despertar en él esperanzas infinitas. Le puede aupar su familia, que se ve llegar a la riqueza, y sus amigos y sus vecinos. Hay márgenes en el mundo a los que no se deja otra salida que el boxeo, o los toros, o el jazz, o el cuplé. Hace muchos años (en 1904), Carlos Arniches escribió un breve sainete que se llamaba Las estrellas, donde se contaba, con su agridulce de siempre, la aventura de un chico atraído por los toros y de su hermana por el cuplé: el barrio ya era la cantera de la estrellas, buscadas por los señoritos, atrapados por la ignorancia y por la falta de salidas. El sainete tenía su triste moraleja.
Ésta es la aventura de este nuevo juguete, todavía no roto -y que no esté nunca-, al que se dan "clases de cultura general" y al que Sarasola paga la educación boxística. Se oyó hablar al joven campeón, a quien un título de España da risa, el de Europa es una cosilla poco seria: porque le espera el mundo. Televisión colabora con esta educación y le lanza por un espacio concurrido y generalmente serio, entre el Papa y su imperceptible gesto ante el discurso de Stroessner -hay que rodear su mano de un halo luminoso para que realmente se note algo, aún dudoso- y Sting, que tiene un talento musical serio y una cultura más que general: con los héroes del mundo.
El discurso entrecortado de este muchacho, la satisfacción del empresario Sarasola, se intercalan con escenas de combate. Es como siempre. El terrible KO del enemigo de esta estrella, la rubia que salta al ring para besar, los gritos del público de moda, con sus caras de estrellas fabricadas. Hasta Manuel Vicent sale entre el público: el hombre que hace sentir asco por los toros y su crueldad. El fino escritor mediterráneo, tan humano, tan frente a todo lo que sea crueldad.
Vallecas es otra cosa, los suburbios son otra cosa. No es una cantera para deportes marginales, y la esperanza tiene que estar en lo cotidiano, en la rotura del gueto por unas vías de rescate que por ahora no tiene. Y los empresarios, amigos o no de Felipe González, deben tener otras vías para que se les vea en televisión y otra sensibilidad frente al fenómeno del suburbio ácido.
La posibilidad que se pone frente a este vallecano, y que exalta Televisión, es la de que, con él, renazca el boxeo en España. Una de las satisfacciones que se podía tener era la de que hubiera terminado o estuviese en franca caída: ahora, la jet-set -citada así por el reportaje- y el empresario de moda creen que a través de su descubrimiento puede renacer. Quizá más allá de ellos alguien haya podido pensar que será una atracción más del espectáculo de España en el mundo. Una forma de recaudar prestigio para la joven democracia, y dinero de turismo. Para preparar el 92.
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