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Reportaje:

El esplendor perdido

La Gran Vía madrileña recupera su imagen original en un estudio de reforma pedido por el Ayuntamiento

El estudio encargado por el Ayuntamiento al arquitecto Javier Feduchi como base para recuperar la Gran Vía ha puesto al descubierto el pasado de un eje madrileño perdido y difícilmente recuperable. Pináculos desaparecidos, fachadas que no tienen ninguna relación con las originales; más de 300 marquesinas, toldos y rótulos colocados en los 44 edificios existentes entre Alcalá y Callao, y unos bajos comerciales con una estructura anárquica, han convertido esta vía en una de las más deterioradas, con el consiguiente aumento de las actividades marginales. Ahora, 78 años después del inicio de su construcción, se calcula que se necesitarán 10.600 millones de pesetas para recuperar este escaparate de Madrid.

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Un proyecto muy en el aire

El voluminoso estudio de Feduchi, hijo del autor del proyecto del edificio Capitol, situado en la Gran Vía, analiza en profundidad cada uno de los inmuebles que se encuentran en la zona de actuación. Como consecuencia del estudio, Feduchi comprobó que la avenida "diáfana, limpia y amplia" que recordaba se ha convertido en una calle reducida en sus dimensiones, en donde lo mismo se mezclan edificios que han sustituido sus fachadas de piedra por otras de cristal y hierro con otros que ocultan sus frentes a los transeúntes con carteleras o toldos.Un transeúnte atento comprobará además que las aceras se han convertido en una auténtica jungla en la que se levantan quioscos, armarios metálicos, farolas, relojes, jardineras, marquesinas o postes de todos los tipos y modelos.

Pero si ha cambiado mucho la vía -en la Red de San Luis, por ejemplo, el artístico templete del metro fue sustituido por una fuente sin interés-, también los edificios han sufrido una profunda transformación.

Campaniles y relojes

Entre los más afectados estaría Gran Vía, 3, construido en 1918 para la sociedad Los Previsores del Porvenir. Su estructura, de graciosos balcones, adornos y campanil con reloj, fue sustituida en 1973, con motivo de su ocupación por parte del Banco Santander, por otra que aprovechaba la totalidad de su edificabilidad y que ofrecía una severa fachada de mármol negro.Otro edificio muy transformado fue el número 19, construido entre 1917 y 1921 para los Almacenes Rodríguez de acuerdo con el proyecto de Modesto López Otero. Su fachada fue picada en 1977 y tapada por una cortina lisa de cristal y hierros que ahora el Banco de Crédito Agrícola quiere retirar con objeto de recuperar la primitiva estructura.

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Por si estas transformaciones no afectaran bastante a la imagen de la calle, junto a los antiguos Almacenes Rodríguez se levantan unos toldos que desde hace 12 años tapan la fachada del oratorio del Caballero de Gracia, ejemplo de la arquitectura neoclásica, obra realizada por Juan de Villanueva, en 1795 y monumento nacional desde 1956.

Las obras de restauración de este edificio religioso, iniciadas en 1976, fueron paralizadas en 1981, cuando Fernando Chueca Goitia acometía la reforma de la fachada del templo a la Gran Vía. Chueca derribó para ello la fachada levantada por Carlos Luque en 1916, con la que se cubría el ábside de la iglesia y el Ministerio de Cultura, no conforme, paralizó las obras, situación que aún se mantiene.

El estado de abandono de esta fachada, cuya restauración depende ahora de la Administración regional, ha ido convirtiendo este frente en un foco de suciedad y en un ejemplo del deterioro de la zona. Ahora parece que se quiere terminar con esta situación con la tramitación de un anteproyecto del propio Feduchi, seleccionado tras un concurso restringido.

Maquinisino en el tejado

Además de estos casos, en la corta historia de la Gran Vía han sido fuertemente transformados los inmuebles de Gran Vía, 30 y 32. En el primero, obra de José López Sallaberry, el cuerpo central, ocupado por el teatro Fontalba, inaugurado en 1924, dio paso en 1959 a un edificio muy funcional, diseñado por Blanco Soler para el Banco Coca y hoy propiedad del Banco Español de Crédito. La sustitución se hizo manteniendo los dos cuerpos laterales, a pesar de no haber relación entre ambos estilos.El segundo, conocido como el edificio Madrid-París a causa de los almacenes de este nombre que en él se instalaron -hoy sustituidos por los de la Sociedad Española de Precios únicos (SEPU)-, no permaneció mucho tiempo en su forma original, pues en 1934 se le añadieron cinco plantas, fueron cerrados sus soportales, se construyó el cine Imperial y se adaptaron sus plantas para instalar en el inmueble la emisora Radio Madrid.

El crecimiento de este edificio aun siendo el más singular, no es el único, pues otros siete inmuebles han visto aumentada su altura en el último medio siglo, lo que ha supuesto la desaparición de sus originales remates. De acuerdo con el informe de Feduchi, 24 de los 44 edificios estudiados han perdido sus pináculos, torreones, escudos y florones que han dado paso a tejados rectos, de los que sobresalen áticos, torres de ascensores, chimeneas antenas y cuartos de calderas, ajenos al estilo del conjunto.

Si la parte superior de la Gran Vía parece haber perdido definitivamente su fisonomía, no han corrido mejor suerte las plantas bajas. Los huecos diseñados por arquitectos de la categoría de Secundino Zuazo, José Espelius, Modesto López Otero, Antonio Palacios, José Yárnoz, Teodoro Anasagasti o Pedro Mathet, para que estuvieran en consonancia con los edificios, no existen en la mayor parte de los casos.

Ello -unido a la proliferación de marquesinas, a la desaparición de los primitivos toldos, a los rótulos puestos en las ventanas, a los múltiples acondicionadores de aire, carteleras publicitarias y cinematográficas- ha ido dejando en el olvido el primitivo estado de estos edificios y el propio estilo de la calle en la que, en menos de un siglo, es difícil descubrir sus señas de identidad.

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