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Primera comunión

En un encopetado restaurante del norte de Yvelines, vestida con el blanco de los comulgantes, una niña se divierte, rodeada de sus padres, tíos, primos y afines. Tan pronto como se levantan de la mesa se reúnen en la escalinata de una iglesia cercana para hacerse algunas fotos. Un sacerdote se acerca, curioso: "¿Hace su profesión de fe? ¿En qué parroquia?". Acorralada, la familia confiesa que no es católica y que hace como si lo fuera. ¡Por seguir el rito!La anécdota, llena de paganismo, sirve de apoyo al clero, que deplora en voz alta la desviación de esta ceremonia tradicional de los fines de semana de primavera, que ha llegado a ser más pagana que cristiana a lo largo de los decenios, con su cortejo de regalos y banquetes. Existe la tentación en el episcopado desde hace 20 años de banalizar esta celebración, que se ha vuelto para los niños una especie de ceremonia de despedida de la Iglesia católica. Aunque se bautice como comunión solemne, profesión de fe o fiesta de la fe, esta práctica religiosa sigue anclada sólidamente en el espíritu de las familias, practicantes o no. Vivida hacia los 12 años por la mayoría de los niños que frecuentan la catequesis, constituye una verdadera fiesta de la adolescencia y marca simbólilcamente el momento decisivo en el que el pequeño se hace mayor. Para glorificar este paso -el día más bonito de una vida, según la imaginería piadosa-, raros son los que miran el gasto.

, 14 de mayo

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