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ELECCIONES EN DINAMARCA

El trébol, los rojos y los árbitros

La dispersión del voto, síntoma de una inestabilidad crónica que impide formar Gobiernos mayoritarios

ENVIADO ESPECIALLos daneses acuden hoy a las urnas, ocho meses después de que lo hicieran por última vez, con la enraizada sospecha de que tampoco ahora podrán formar sus votos un Gobierno mayoritario. La dispersión de los sufragios y el sistema electoral provoca una inestabilidad política crónica y aparente mente incurable. Hoy se enfrentan dos opciones: el trébol de cuatro hojas (coalición de liberales, cristiano-populares, centro-demócratas y conservadores, que encabeza el primer ministro, Poul Schlüter) y el bloque rojo (que no lo es tanto, formado por socialistas-populares y socialdemócratas, cuya cabeza visible es el líder de estos últimos, Svend Auken).

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Probablemente en esta ocasión serán los árbitros quienes decidan el resultado del combate, sobre todo el pequeño pero influyente Partido Radical Liberal, cuyo máximo dirigente, Niels Helveg-Petersen, es también candidato para encabezar las negociaciones que permitan formar un nuevo Gabinete.La moderna historia de Dinamarca está plagada de Gobiernos minoritarios. Uno de ellos en 1973, contó tan sólo con el 10% de los escaños en el Folketing. Y, sin embargo, el sistema funciona. Eso sí, a base de negociaciones continuas, de sesiones y contrapartidas, de acuerdos globales o parciales.

El Gabinete del conservador Schlüter ha convocado elecciones porque la mayoría de los diputados aprobaron el 14 de abril una resolución presentada por los socialdemócratas que pedía que se informara a los barcos de guerra extranjeros de que es política danesa no aceptar armas nucleares en su territorio, incluyendo los puertos. Una cuestión de matiz, pero que según el primer ministro ponía en peligro la plena pertenencia a la OTAN. Era, además, la gota de hiel que desbordaba el vaso, la derrota número 23 del Gobierno en seis años. Una caricatura. En cuestiones de política exterior, defensa y medio ambiente, el Gobierno tenía la responsabilidad sin el poder y la oposición tenía el poder sin la responsabilidad. Los radicales (6,2% en septiembre de 1987) se alineaban, sin embargo, con el trébol en la política económica y hacían posible el insólito espectáculo de la coexistencia de dos mayorías.

Cambio de sistema

El pasado domingo, en un coloquio con un grupo de periodistas extranjeros en el que se habló sobre todo de la OTAN, representantes de los cinco partidos más importantes del país reconocían que con elecciones tan frecuentes es muy difícil gobernar. Ese mismo día, el líder radical, Helveg-Petersen, sugería que se modificase la Constitución para que las legislaturas agoten su mandato de cuatro años, según el modelo noruego o sueco. Schlüter acogió favorablemente la idea, si bien matizó que el primer ministro debería tener la facultad de elegir, dentro del cuarto año, la fecha concreta de convocatoria de los comicios. Los socialdemócratas callan, pero el debate queda abierto, y si hoy sale de las urnas una situación de bloqueo, seguramente no tardará en animarse.Los sondeos no aclaran mucho el panorama. El último señalaba descensos inferiores a dos puntos para los socialdemócratas (durante décadas, y todavía ahora, el mayor partido del país) y los conservadores, un ligero aumento para el conjunto de los cuatro partidos del trébol y para los radicales y un espectacular ascenso para el Partido del Progreso, que pasaría del 4,8% al 8%, con lo que disputaría teóricamente a los radicales el papel de árbitro. Nadie quiere tratos con los progresistas, tal vez porque están demasiado lejos de hacer honor a su nombre, pero no será fácil ignorarlos si se confirma el resultado de esta encuesta. Otro sondeo, sin embargo, publicado dos días antes, situaba a la izquierda a un sólo escaño de la mayoría absoluta. Los votos que vayan al Partido del Progreso (antiimpuestos y xenófobo) tendrán un cierto parentesco con los de Jean-Marie Le Pen en Francia y podrán considerarse en buena medida como barómetro del descontento hacia un modelo social ampliamente aceptado.

Una negociación directa con los progresistas parece excluida. En cambio, el apoyo exterior de éstos a un eventual Gobierno de centro-derecha se da por seguro. Los radicales seguirían entonces en la situación idónea para poner un alto precio a su apoyo. Lone DylbkaJaer, portavoz parlamentaria para asuntos exteriores, insiste en que, tras los comicios, "lo importante es que se forme un Gobierno mayoritario o, al menos, que se acuerde un programa que tenga el respaldo de la mayoría de los diputados del Folketing y que comprenda tanto los temas exteriores como los interiores".

Los diputados radicales

Los socialdemócratas no dan tan por sentado como la mayoría de los observadores que haya que excluir la posibilidad de un apoyo radical a un Gobierno presidido por Sven Auken. Uno de sus portavoces, Hans Hekkerup, asegura, por ejemplo: "No veo por qué no podrían llegar a extender a la política doméstica el consenso de los últimos años en cuestiones exteriores y de defensa". Pero la conservadora Connie Hedegaard se muestra esperanzada, al igual que el liberal Bjorn Elmquist, en que los radicales se quedarán junto a sus parientes del centro-derecha. Es también la opinión del ministro de Exteriores y líder del Partido Liberal, Uffe Ellemann-Jensen, que recuerda el origen común de su partido y el de Helveg-Petersen, explica que su propio padre fue radical antes que liberal y saca a relucir "la existencia de un fondo común en política cultural, educación, anticentralismo y, a veces, en cuestiones de medio ambiente". Cree incluso que "buena parte de los radicales se mueve hacia una actitud más positiva respecto a la OTAN". Toda una mano tendida.En el debate televisivo que enfrentó el domingo por la noche a los líderes de los 12 partidos que concurren a las elecciones, Helveg-Petersen recordó que su grupo tiene la tradición de negociar tanto con la izquierda como con la derecha y que "las diferencias no son tan grandes". En eso acierta. Los partidos del llamado bloque rojo no lo son tanto y los conservadores son casi centristas. Uno de ellos, el ministro de Economía, Palle Simonsen, ha sido tachado incluso de "socialdemócrata disfrazado". Al final puede que resulte que se vota tan sólo por una cuestión de matiz.

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