Domènec Martínez y Consol Hernández
El día a día en una fábrica de moda en China
Cada mañana, seis días a la semana, el despertador suena a las seis para Doménec Martínez; su esposa, Consol Hernández, y sus dos hijos, Ruth y Víctor. Una familia española en China que dirige la gestión de una fábrica de moda hispano-china que opera en Pekín desde el pasado mes de noviembre con objeto de confeccionar prendas de calidad, tanto en diseño como en tejidos, destinadas al mercado interior chino y a la exportación. Tienen a su cargo 180 empleados y los diseños proceden directamente de España.
"Aquí la actividad empieza muy temprano", explica Domenec, un catalán de Terrassa que decidió vivir la aventura de dirigir una fábrica en China, de acuer do con sus conocimientos del mundo textil, intercalados con unos años como gerente de la revista Cuadernos de Pedagogía. "Después del desayuno aprovechamos el trayecto hacia la fábrica para dejar a los hijos en los colegios, aunque ya están alprendiendo a moverse solos en autobús o en metro", añade Consol, que lleva también la sección de ventas a la exportación en la empresa Chino-Española de Moda, fruto de una inversión mixta entre una empresa catalana y dos entidades chinas."Intentar que la fábrica funcione, algo que puede parecer elemental en cualquier parte del mundo, en China adquiere aspectos más complejos", explica Doménec, uno de los pocos españoles que dirige una fábrica en un país donde, por lo general, los españoles se dedican a negocios de comercio, inversión o son técnicos que pasan una temporada en China para montar maquinaria o explicar el funcionamiento, antes de su regreso. Doménec y Consol viven el día a día del trabajo en una sociedad cuyos dirigentes quieren encaminarla hacia la reforma y la apertura económica.
"A veces", dice Consol, "es más difícil convencer a los altos responsables que al público sobre los colores o los diseños de la moda". En China, donde se ha vestido el traje Mao durante décadas, no existe aún el concepto de moda o de temporada, aunque la gente joven se inclina por vestir cada vez más a la occidental. "Convencer a los em pleados chinos de que la calidatos un factor primordial es otra ole nuestras luchas diarias", dice Doménec. Los dirigentes chinos son cada vez más estrictos en el concepto de calidad para penetrar en los mercados de exportación. Sin embargo, los trabajadores no comprenden por qué en el extranjero se es tan estricto en que todo en una pieza esté acabado a la perfección o que no haya defectos en el tejido.
Los diseños que fabrican los 180 empleados de la firma proceden directamente de España y son confeccionados en algodón, seda o lino. Un desfile de modelos de la marca causó sensación el pasado otoño, y hoy cuentan con 33 puntos de venta en Pekín.
Al margen de la fábrica, viven una vida totalmente sumergida en el ambiente chino, con unos vecinos "que se asombran de que no tengamos un saco de harina almacenado en casa, o no contemos con candados en cada puerta de las habitaciones", sonríe Consol. Entre tanto, su hijo, Víctor, de ocho años, comienza a leer Tintín en chino, y su hija, Ruth, de 13 años, se asombra de que en el colegio le enseñen break dance en vez de caligrafía china.
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