Un espectáculo vergonzoso
Las elecciones celebradas recientemente en el Colegio de Médicos de Madrid han constituido un buen ejemplo de funcionamiento irregular, poniendo de relieve la ineficacia y el desinterés, cuando menos, por cubrir las apariencias que tiene la junta directiva saliente.Para empezar, se ha arbitrado un sistema electoral, el de los distritos, supuestamente para favorecer el voto, que ha sido discriminatorio, pues éstos sólo se han situado en hospitales, y no en todos, y ni siquiera en los situados más lejos de la sede del colegio, dejando de lado, por ejemplo, las sectoriales de ambulatorios, en más de un caso con plantillas netamente superiores, y porque, además, se ha impedido votar en los centros a los MIR, con lo que se dificultaba el voto de unos favoreciendo el de otros, posiblemente en virtud de una expectativa diferente en el comportamiento electoral. Pero es más, el día de las elecciones, el censo facilitado a cada centro contenía tal cúmulo de errores que en algunos casos, como el del hospital de la Princesa, nada menos que el 58% de los médicos de la plantilla había desaparecido del mismo, y puede decirse que en el conjunto de los hospitales madrileños el número de desaparecidos superaba el 30%, dándose el caso, además, de que estos censos parciales nunca habían sido expuestos con anterioridad al día de la votación y, lo mismo que el general, no han sido facilitados a las candidaturas que se presentaban a las elecciones.
Las irregularidades también han alcanzado al resto del censo. Censo que, por cierto, difiere notablemente del que se entregó a las candidaturas, siete días después de acabar el plazo de rectificaciones. Numerosos médicos no han podido votar por no estar en él incluidos, existiendo unas 300 reclamaciones en este sentido. Por otro lado, el secretario saliente dio el día de la votación unos certificados a personas que no estaban en el censo, certificados que, expedidos arbitrariamente, han sido utilizados para votar efectivamente.
A ello hay que añadir que numerosos colegiados votaron en varias vocalías, mientras que otro colectivo también significativo no pudo hacerlo en ninguna, merced al sistema electoral utilizado.
Irregularidades
Como colofón, el voto por correo no fue escrutado seguidamente a las elecciones, como obligan los estatutos, sino al día siguiente, y sin la presencia de los interventores de las demás candidaturas que tampoco pudieron supervisar la verificación de las firmas de quienes habían optado por esta modalidad de voto, realizada, al parecer, por el secretario de la junta saliente, en solitario.
No parece, pues, que este desarrollo de las elecciones mantenga el mínimo de condiciones exigibles a un proceso democrático, todo ello sin referirnos a las dificultades dadas para la propaganda a las candidaturas no oficiales, a las que se ha negado las pegatinas con las direcciones de los colegiados, imprescindibles para Regar a los más de 22.000 colegiados madrileños.
Y ello obliga a dos reflexiones imprescindibles. La primera es que este tipo de hechos constituye un espectáculo vergonzoso, que va contra el prestigio de los colegios, pero también de la propia profesión médica y de las instituciones democráticas de nuestro país, que permiten que sigan sucediendo, pues no debe olvidarse que irregularidades similares ya ocurrieron hace cuatro años, y nadie, ni la Administración, ni la Organización Médica Colegial, que tienen obligación de velar por el buen funcionamiento electoral, han hecho absolutamente nada.
Control a los colegios
La segunda es de una índole más amplia. La Constitución española, cuando habla de los colegios profesionales, señala que su funcionamiento ha de ser democrático. La evidencia de que no lo es da un argumento más a quienes defienden que es necesaria la libre colegiación, entre otras cosas, como un mecanismo de control de los propios profesionales sobre el funcionamiento y las actuaciones de unos colegios cada vez más alejados de una sociedad a la que deberían servir y de unos profesionales de cuyo control democrático escapan.
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