Criticas a Savater
El artículo del 21 de marzo de Fernando Savater no es más que la continuación de las simplificacíones esquemáticas y pedestres expuestas por él mismo en la Caja de Donostia. Entonces fue el pico, ahora es la letra impresa. Recuerda tal artículo a quien, amoratado tras una soberana paliza y preguntado por los amigos, responde altanero: "Pues bueno soy yo, no sabes cómo quedó el otro". No viene de más, por otra parte, señalar cómo Sádaba se dedicó en aquella ocasión a, caballerosamente, echarle capotes ante ciertas posturas del respetable.Lo de Donostia fue increíble, y cualquier persona con un mínimo sentido de la ecuanimidad así lo juzgará. Qué duda cabe que el que hablaba era Savater, pero era como si su voz y su presencia sIrvieran de mero soporte a otro discurso, al discurso de un políticastro al uso. Su discurso, habitualmente lenguaraz, dicharachero, graciosillo (como Cantinflas), ocurrente y brillante del ensayista y profesor, se travistió en la monotonía típica de las verdades ya sabidas del discurso político más grosero.
Y es que, dejando de lado fobias y/o filias, si las palabras de un intelectual han de estimular la reflexión, intentando imaginativamente hallar soluciones, o al menos vías de salida al doloroso impasse en el que nos encontramos, las parcas intervenciones de Savater, bien lejos de querer buscar reflexión, clarificación y discusión, funcionaron esencialmente como exorcismo. De buscar arreglos, posibles -lugares de encuentro, puntos iniciales de contacto..., nada de nada; lo suyo más pareció (y parece) ganas de enturbiar, dejándose llevar por la mala uva y un curioso espíritu de la provocación (como ejemplo bien puede servir aquella comparación del nacionalismo vasco con el movimiento nacional franquista). El planteamiento maniqueo y esquemático al que nos sometió (y ahora nos lo repite) Savater acerca de las dos posturas en lucha a lo único que lleva es a la solución de la fuerza. Como diría el otro, simplificar es mentir, o por decir o con palabras de Lyotard, en situaciones complejas como las Actuales las simplificaciones résponden a la lógica terrorista.
Lejos de tales posturas quedan el empeño socrático por iluminar y clarificar las cosas, el empeño sartriano por situarse junto a la plebe, o la espera solidaria de un Camus ("me rebelo, luego somos"), o el trabajo crítico de un Focault por saber si se puede pensar de otra manera de como se piensa o percibir de otro modo de como se percibe como condición indispensable para continuar mirando y reflexionando. Y sí alguien en aquel acto de San Sebastián mantuvo el espíritu de tales posicionamientos fue Javier Sádaba. No sería justo decir que Savater jugó el papel de consejero del príncipe, sino más bien el de correveidile, con un discurso de prestado, del Ministerio del Interior.
Y, en fin, si el hablar, el discutir, el buscar otras salidas que las ya dadas son pura ingenuidad, quizá sea mejor guardar silencio, ya que en caso contrario parece que lo que se tienen son ganas de enturbiar las cosas..., ganas de enredar-
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