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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Y después de 1992... ¿qué?

Barcelona y Sevilla se preparan para 1992, se organiza el Shepharad 92, Madrid lucha por ser capital europea de la cultura en 1992, 500 años del Descubrimiento en 1992, las entidades financieras se fusionan con miras a 1992, se invierte pensando en 1992, Gala engendra un nuevo título pensando en 1992... ¿Mil novecientos noventa y dos?, el año español, sin duda. Cuatro cifras mágicas que se combinan en el pensamiento de cualquier español haciendo aflorar al consciente remotos recuerdos de un pasado dorado.Bombo y platillo, pan y circo, ilusiones y esperanzas, sudores y metas, sueflos y pesadillas: 1992, toda una gloria nacional.

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Pero... ¿será por fin el año cero o, más bien, el sueño de Cenicienta? Una prospectiva susceptible de apuestas. Y una mente lúdica e inconsciente puede descubrir que de la simple per mutación de los dos últimos números resulta una fecha fatídica: 1929. El año 1992 puede ser una gran amenaza para la tímida estructura económica española. Puede ser que la euforia se con vierta en una pesada losa que caiga sobre la piel de toro. Por poder, puede ser cualquier cosa. Incluso un desafío.

Todos esperan que España sea el foco de atracción internacional. Más en concreto, parece una prueba de examen, una puesta a punto final antes de nuestra definitiva entrada en el Mercado Común en (¡qué casualidad!) 1992. Y como todo examen, se puede suspender, y como toda carrocería, puede fallar el engranaje en el último momento.

Y el cuento termina a las doce de la noche del 31 de diciembre de 1992. Un día más, no obstante, nos regala el calendario. Mil novecientos noventa y dos, por ser original, es hasta bisiesto. Y estas 24 horas deberían dedicarse a una jornada de reflexión nacional. Con la duodécima campanada, un nuevo hijo del tiempo, seguramente no deseado: 1993. El año uno o la nada. El caso es que después de la fiesta hay que lavar los platos y fregar los suelos. Y a lo peor sobra comida.- .

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