Un gran filme del Oeste de William Wyler

Los títulos de crédito, del gran Saul Bass, y la célebre música de Jerome Moross que los acompañan, ya nos meten en cintura. Caemos rendidos ante el girar vertiginoso de una rueda de diligencia que atraviesa las praderas en su recorrido este-oeste. De la civilización a la ley de los sin ley. Del lazo bien anudado al cuello de Gregory Peck a las sudadas camisas de Charlton Heston -en uno de sus mejores papeles, dicho sea de paso-.Así es Horizontes de grandeza y su inmaculado cinemascope -que no podrá verse-, una perspectiva limpia del hombre frente a la naturaleza en estado salvaje.

Nuevo orden

Incluso se aceptan lecturas darwinianas del tema, pues a la postre el dandy que encama Gregory Peck deberá adecuar su carácter al nuevo orden de cosas que el medio le plantea, tostar al sol sus lechosas pieles de salón de té y hacer valer sus puños, que en esa tierra equivale a hacerse valer.

Tiene más cosas Horizontes de grandeza. Romances, principios morales contrastados, lizas entre rancheros... Todo ello sujeto a los códigos se diría que inamovibles del género y sembrado sobre un campo de mitologías que generan en el más mínimo gesto un alcance casi sobrehumano. Williani Wyler lo pinta con prudencia -léase academicismo- pero lo pinta bien y a través de casi tres horas, tiempo necesario para hecernos sentir todo su concentrado épico.

Por lo que hace a El tulipán negro, cabe decir que ha sido siempre una romántica película de aventuras a mayor gloria de Alain Delon que se deja ver con renovada simpatía.

La rosa roja nos permitirá contemplar el último filme de un grande del cine español, Carlos Serrano de Osma, un folciórico, casi onírico, casualmente casi tulipanegresco folletín interpretado por Mikaela.

Al final de la madrugada, Venganza nos obsequiará una discreta producción de la RKO sobre la implacable persecución de un nazi por un aviador canadiense a quien aquél matara a su mujer durante la guerra. El rencor como motor argumental.

En definitiva un fin de semana que se inicia con una programación cinematográfica a la medida de quienes desean un correcto descanso noctuno porque el filme estrella de la jornada se emite en esta ocasión a una hora sensata.

Ahora que el westem casi no existe o es patrimonio del cine australiano, regresar a las fuentes del género, a las piezas señeras, es un placer aunque, por lo anunciado por TVE, este placer quedará sensiblemente mermado por una nueva falta de respeto -esta vez, justificada previamente- con el formato original del filme.