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Dos contragolpes del Athlétic fulminaron al Barcelona

Llegó al vestuario y le dijo a Luis que lo cambiara, que no se encontraba bien. Y Luis lo cambió, claro. No preguntó más. Schuster se fue a la ducha, se vistió con rapidez y salió acompañado de su chófer-guardaespaldas, Antonio. No se quedó a saber qué pasaba. Tampoco se quedó en Sevilla. Y así le fue. A él y al Barca. Anoche debía de estar harto de que no le pasaran balones. Tal vez decidió que lo mejor era ver la segunda parte en casa, con Gaby y los niños. Al fin y al cabo, llegó al chalé a buena hora, sobre las diez de la noche. Igual llamó a Gaby desde el vestuario y le dijo que no los acostara, que ya lo haría él. Le gusta. Es un padrazo.El Barcelona alcanzó anoche, con Schuster y sin él, una cifra récord en su historia: perder seis encuentros ligueros en su campo. Suma ya tres negativos. Y sus jugadores confirmaron tener la moral de cristal y escasa resistencia. La comunicación con la afición, que pareció recuperarse con la victoria ante Osasuna, volvió a quebrarse anoche cuando el público, siempre escaso, se pasó el partido dudando. No sabía si pitar a Schuster, protestar la actuación de Zubizarreta o reclamar la presencia de los canteranos, que anoche llenaron por completo el banquillo del Camp Nou (Manolo, Covelo, Sergi, Pedraza y López-López).

La cantera, la humildad, la juventud, el futuro... ganó anoche a la profesionalidad, la veteranía, el dinero, el poder, la leyenda... El Athlétic de anoche es el equipo más joven de la Liga española, con niños como Mendiguren o Alkorta. Éstos se enfrentaron a un grupo de veteranos que han decidido unirse para salir de la crisis. Pero, aunque la unión hace la fuerza, no provoca victorias. Puede que derroten a Josep Lluís Núñez en el tema de Hacienda, pero para ganar al rival hace falta más. Suerte, por ejemplo.

El caso es que el Barcelona de anoche fue un mal Barcelona, pero no un pésimo Barcelona. Con algo de fortuna, el Barga habría decidido el partido a los cuatro minutos, cuando Salva no supo aprovechar una maravillosa pared con Roberto. En fin, mientras los azulgrana se pasaban la pelota de uno a otro horizontalmente, los niños de Howard Kendall salían disparados. En cuatro pases -verticales, eso sí- se presentaron ante el portero vasco y lo fulminaron.

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