El CAI Zaragoza busco una derrota digna
LUIS GÓMEZMetidos en carnaval, el CAI decidió disfrazarse de CAI, que es un equipo que no acaba de cuajar como alternativa, por más que goza de buena presencia. Por un momento, el CAI llegó a alternar en cancha a cuatro jugadores con más de dos metros, pero ni así lograron impresionar. Y mucho menos impresionó el famoso Piculín Ortiz. Si es cierto que dirigentes del Utah Jazz llegaron a viajar a España con un talón al portador valorado en cientos de miles de dólares para ofrecérselo a Ortíz, ayer lo hubieran tenido muy claro. Si era al portador, bastaba con dárselo a Fernando Martín.
Y es que Fernando Martín parece afrontar esta Liga de forma harto curiosa, muy motivado ante jugadores con sello NBA, caso de Norris o caso, el de ayer, de Ortiz. Martín estuvo dispuesto, pero lo decepcionante fue comprobar cómo Ortiz resultaba poca cosa, poco alimento, para la voracidad de Martín.
Partiendo de esa base, la desigualdad aparente entre las dos estrellas del partido, el enfrentamiento entre el Madrid y el CAI resultó decepcionante. Culpa de ello la tuvo el equipo aragonés que en ningún momento llegó a mostrar peso específico suficiente como para poder llevarse una victoria a Zaragoza. Se entiende por peso específico la resultante de rebote, tiro, banquillo, centímetros, defensa, inteligencia, coordinación, agresividad y, sobre todo, un concepto inmaterial: ambición. Al CAI parecía bastarle con perder dignamente. Y, naturalmente, perdió.
En el CAI, además, cuanto más eficaz está empezando a resultar Lampley, menos interesante parece Ortiz, porque la actuación de Lampley en la lucha por los rebotes no se ve compensada por el sacrificio de Ortiz. El CA1 trató de no perderle la vista al Madrid en la primera parte y a duras penas lo consiguió (44-36 en el descanso). Hizo cosas aisladas; le faltó -le falta- un tirador de media distancia que amplíe soluciones en ataque, pero nunca dio sensación de seguridad. El CAI jugó tartamudeando: cada pase llegaba a su destino entrecortado, blando, apurado.
El Madrid, sin embargo, se sintió más impresionado de lo preciso por la buena apariencia de su rival. No fue crítico y como le respeté jugó contenido, algo lento, temeroso de que pudiera llegar una reacción que no se apreciaba por ningún lado. El Madrid, quizás, pensaba que algún día el CAI dejaría de ser el CAI y que daría ese zarpazo que se le supone y que sólo se le vio en la época de Kevin Magee. Además, con la ausencia de Biriukov en la segunda parte, perdió tiro exterior y quedó involucrado en un juego menos fluido, en el interior de la zona, frente a la superior altura de los aragoneses, un juego que no sirvió para demostrar otra cosa salvo que Martín está empezando a ser mucho Martín. Aun así, el Madrid llegó a rozar los 20 tantos de ventaja, que le sumieron en cierta relajación. De ello se aprovechó el CAI para sacar un resultado digno que era, al parecer, todo lo que buscaba. El CAI siguió fiel a si mismo.
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