Una competición imperialista
Con profunda indignación he leído la noticia de la muerte de una niña de 10 años en la localidad de Kita (Mali), atropellada por un automóvil conducido por un aventurero de los que participan en el afamado Rally París-Dakar.Al continuar leyendo la información me percato de que son ya 21 las personas muertas en accidente en la breve historia de dicha prueba (en la presente edición, cuatro fallecimientos), muchas de ellas meros espectadores o sufridores de una exhibición venida de lejos, de una sociedad opulenta que cada año lleva su espectáculo de despilfarro y consumismo hasta unos países habitados por poblaciones que padecen graves problemas de carestía, desnutrición y privaciones de todo tipo.
Desconozco los beneficios económicos que algunos dirigentes africanos pueden extraer del paso de esta ingente caravana, pero los destrozos que causa son evidentes: destrucción de pistas, caminos, puentes y vegetación, accidentes mortales, y, sobre todo, los perjuicios morales que causa en poblaciones económicamente subdesarrolladas el impacto brutal de esa intromisión fugaz en su mundo de una realidad absolutamente ajena e inalcanzable, respresentativa de una civilización del despilfarro de la que ellas forman el reverso de la moneda.
Mucho me temo que esta competición imperialista seguirá celebrándose año tras año mientras siga proporcionando pingües beneficios económicos a los organizadores y estimulando a través de los medios de comunicación ese anhelo eurocentrista de aventura exótica despectivo con las realidades sociales y culturales de otras civilizaciones a las que se sigue considerando como inferiores.
No es extraño que, tratándose de una prueba organizada en Francia, el rally atraviese Estados que estuvieron sometidos al dominio colonial francés y en los que los sucesivos Gobiernos parisienses (de derecha o izquierda) se creen con derecho a hacer y deshacer a su antojo.-
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