Escena
En el templado corazón del invierno éste es un día de tantos. Finjamos ser felices. ¿No oyes cómo te amo? Hoy el periódico trae noticias de varios asesinatos, pero las nubes llevan ráfagas de estorninos. Bajo las acacias desnudas los mendigos tocan el violín y en los balcones hay ancianos con bata de felpa plantados junto a la bombona de butano. Camino por la ciudad pensando en cosas inútiles. En efecto, Dios creó este mundo en sólo seis días y no se puede negar que esa prisa se nota, aunque Dios parece estar muy contento con su hazaña. Si yo hubiera hecho una chapuza semejante me habría guardado mucho de contárselo a nadie. A pesar de todo, el fabricante de este pastel ha ofrecido a los mortales un regalo a la altura de la omnipotencia. Ha inoculado la vida con el azar y dentro de sus reglas de oro nunca descifradas los hombres se aman, blasfeman con fluidez, se acuchillan, experimentan momentos de ternura, se adornan con borlas, mitras y gorras de plato, desempeñan el papel de víctimas o de verdugos, mueren de hambre y de indigestión. He aquí el teatro.En el templado corazón del invierno hoy es un día cualquiera. ¿Qué personaje le ha tocado representar a usted en esta tragicomedia? Unos simulan creer en la salvación, otros confían en arder en el infierno, algunos luchan por la inmortalidad, muchos apuestan por llegar al fin de semana y los más audaces sólo desean recalar como supervivientes de un naufragio en la bahía de la noche después de cada jornada de ficción. Ahora voy por el asfalto atravesando la escena y trato de componer la figura de un desesperado entre mendigos y altos financieros. En la primera esquina una niña inmaculada me sonríe y a continuación un automovilista está a punto de atropellarme, un pletórico bodeguero me ofrece vino en un colmado y un desconocido me cede gentilmente el paso y al darme la vuelta intenta pegarme una puñalada. Todo puede suceder a lo largo de una calle. Finjamos ser felices. Bajo la luz dorada del azar, ¿no oyes cómo te amo?
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