Dirigir jugando, una moda británica
La idea del entrenador-jugador surgió en las ligas inferiores del Reino Unido
El Glasgow Rangers, campeón escocés, está entrenado por su centrocampista internacional Graeme Souness, de 34 años. El Everton, campeón inglés, incorporó al equipo técnico a su centrocampista internacional Peter Reid, de 31 años, tras la marcha de Howard Kendall a Bilbao. El Liverpool, campeón de Liga y Copa el año anterior y líder destacado en la temporada actual, está dirigido por el delantero Kenny Dalglish, de 36 años. En las islas, el entrenador-jugador está de moda, y además sus equipos están cosechando excelentes triunfos.
Aunque los recientes éxitos han llamado la atención, el invento no es nuevo. Tuvo su germinación en las divisiones inferiores de la Liga inglesa, donde el hambre agudiza el ingenio. Algunos presidentes empezaron a proponer matrimonios de conveniencia a figuras internacionales ya veteranas, pero con ganas de iniciar se como técnicos.Para el club, la contratación de un jugador-entrenador tenía mucho sentido. Se atraía a un jugador de clase internacional y todavía taquillero. Además se mataba dos pájaros con un sólo tiro o, mejor dicho, se cubrían dos puestos con un sólo sueldo Todos mataban los pájaros por parejas, ya que el jugador seguía en activo y al mismo tiempo se fogueaba como entrenador.
Todo empezó cuando, al inicio de los años setenta, el centrocampista irlandés Johnny Giles alcanzó un nivel llamativo de éxitos en Primera División con el West Bromwich Albion. Y últimamente se ha dado una vuelta total a la tortilla con los nombramientos de Kenny Dalglish (Liverpool, 1985), Graeme Souness (Glas gow Rangers, 1986) y Peter Reid (Everton, 1987). Los ricos se han apoderado de la idea de los pobres y la han explotado con una efectividad impresionante.
Sin embargo, el papel esquizofrénico del jugador-entrenador no resulta nada fácil. Lo pueden testimoniar los vascos Howard Kendall y John Toshack. El primero se inició como jugador-entrenador en el Blackburn Rovers (actual equipo del barcelonista Archibald), mientras Toshack, a su salida del Liverpool, llevó al modesto Swansea City desde la cuarta hasta la Primera División en cuatro años.
Dalglish, con facilidades
"Es un trabajo lleno de contrastes", afirma Toshack. "Disfrutas con él, pero te agota. Eres el jefe, pero los sábados sobre el terreno eres uno más de los chicos. Como primer paso hacia una carrera en el banquillo ofrece posibilidades para una formación profesional realmente sensacional. Ahora bien, si empezamos a comentar los éxitos de Dalglish, Souness y compañía, yo diría que el que más fácil lo tiene es precisamente Dalglish, porque en el Liverpool está rodeado y respaldado por un equipo directivo técnico de enorme calidad".Ser arquitecto y albañil conlleva una serie de problemas inauditos en el fútbol español, empezando con la confección del once inicial. En el Rangers, Souness suele incluirse, mientras Dalglish se dosifica en el Liverpool y ya prácticamente se autocondena al banquillo.
"Comulgo más con la idea de Dalglish", afirma Toshack. "Lo más valioso para mí era sentarme en el banquillo, observar el desarrollo del partido, y luego salir con ideas muy claras sobire lo que convenía tácticamente".
En este aspecto resulta interesante mirar el ejemplo del Everton. Con la marcha de Kendall, Colin Harvey pasé a ocupar el sitio de primer entrenador, mientras el centrocampista Peter Reid ocupó lo que allí se conoce como player-coach, es decir, combinaba los papeles de jugador y de segundo entrenador.
"Sí, es otro concepto distinto", dice Kendall, "muy valioso, a mi parecer. Es muy beneficioso para el entrenador tener a su segundo allí fuera sobre el césped. Él es conocedor de tus ideas y, a veces, puede rectificar rápidamente algunos detalles del sistema sin necesidad de esperar hasta la charla del descanso".
.Ambos coinciden en que combinar las tareas del manager inglés con una preparación adecuada para mantenerse en activo necesita una dedicación muy especial. "El manager tiene que responsabilizarse de gran parte de la administración del club, así como de la búsqueda de posibles fichajes", comenta Kendall. "Era cuestión de disciplina e insistir en descansar antes de cada partido. Si no, no rendía en el campo". Y es que el jugador-entrenador suele ser una persona que intenta ser los más profesional posible en ambas facetas, aunque sabe que su carrera como estrella está a punto de concluir.
También coinciden en afirmar que jugar partidos era la manera perfecta de desahogarse y olvidarse de las tensiones endémicas del trabajo del entrenador. "Bueno", modifica Kendall, "no es posible olvidarte de todas tus obligaciones. Recuerdo que en el Blackburn, cuando las cosas no salían bien, todos me miraban pidiendo soluciones. Eso sí que era una responsabilidad adicional, y cuando saltaba al terreno ya sabía que yo tenía que ofrecer un ejemplo a mis compañeros de equipo".
"Sólo sirven ciertos tipos de personas", añade Toshack, "pero yo seguía disfrutando mucho con el fútbol. El partido era el momento culminante de una semana de trabajo muy intenso".
Otro de los retos importantes para el jugador-entrenador es encontrar una actitud equilibrada en cuanto a sus relaciones con un grupo de hombres que son a la vez empleados y compañeros de equipo.
Sobre todo disciplina
"Hay que establecer unas normas disciplinarias desde el primer momento", sostiene Kendall, "y aceptar de entrada que tú eres uno más y que tienes que respetar las mismas normas que ellos. Claro, a veces es difícil encontrar la fórmula para mantener cierta distancia y al mismo tiempo ser un hombre más en el vestuario"."Una de las claves en este sentido", dice Toshack, "es saber comportarse en el vestuario después del final del partido, cuando algunos entran calientes. Hay que saber encajar las críticas y mantener la cabeza fría".
A pesar de su problemática peculiar, está comprobándose en el fútbol británico que el jugador-entrenador da resultados, incluso al más alto nivel. El beneficio más evidente es el de tener al entrenador sobre el terreno de juego. Ya no caben los gritos mal oídos o mal entendidos desde un banquillo lejano y casi subterráneo. Las instrucciones se comunican directa e inmediatamente.
Mandar con el ejemplo es una responsabilidad más para el jugador-entrenador. Pero las ganas de luchar más han creado problemas a Dalglish, Souness y Reid. "A mí me pasó lo mismo", recuerda Kendall, "durante mi carrera como soldado raso creo que me amonestaron media docena de veces. Cuando me hice entrenador, eso era el diluvio".
Graeme Souness ya tenía fama de duro antes de convertirse en entrenador del Rangers, pero nunca había sido expulsado en tantas ocasiones como el año pasado. Dalglish y Reid se han encontrado con el mismo problema, porque quieren mandar y a veces se pasan con lo que dicen al árbitro. Para los hombres de negro, el jugador-entreñador es un cliente bastante espinoso.
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