Pasqual Maragall: "Hemos de arrinconar a quienes no aceptan el principio de la confianza federal"
Declaraciones del alcalde de Barcelona ante el próximo congreso de los socialistas
Pasqual Maragall, alcalde socialista de Barcelona, considera que la controvertida política económica del Gobierno no sólo es la única posible, sino también la buena, aunque augura algún giro hacia una mayor sensibilidad social en el congreso federal del PSOE. De todas formas, en estas declaraciones a EL PAÍS, Maragall afirma que el verdadero reto del congreso será encontrar un acomodo al socialismo en la Europa de hoy y del mañana. Reclama para los alcaldes el papel de interlocutores intermediarios entre el Estado y la sociedad, y vaticina que una concepción federalista de España obligará a los reticentes a definirse sobre la aceptación del marco constitucional.
Pregunta. El enfrentamiento entre Gobierno y UGT ha colocado como tema estrella de este congreso la política económica de la Administración socialista, y, en particular, su idoneidad para la salida de la crisis. ¿Es esta política la única posible?Respuesta. Sí. Rotundamente, sí. Es la posible y la buena.
P. ¿La única posible?
R. Creo que en cuanto al contenido, sí. En la forma puede que haya más discusión. Pero los resultados cantan. Desde el punto de vista de los equilibrios de la economía, todos, menos uno, van. Y desde el punto de vista del crecimiento, también. Y siempre habíamos dicho que el crecimiento quería decir eliminación del paro, por que con dos puntos de crecimiento, mientras crece la población activa, no hay disminución del paro. Y estamos en el 4,3% o el 4,5%. Por tanto, todo lo que era razonable esperar de una política económica se ha obtenido.
P. ¿Puede considerarse que inaugura un nuevo modelo de política económica socialista?
R. Es la única política posible. Punto. Sin lo de socialista. Lo que ocurre es que los socialistas estamos en mejores condiciones para aplicarla que la derecha. Existe, eso sí, un problema de estilo, de diálogo. No se trata tanto de si podía haber habido un poco más de concertación, que no era tan importante, sino de la manera como el diálogo no se ha producido; las razones.
Política social
P. ¿La política económica del Gobierno se podrá llamar socialista en el segundo escalón que empieza ahora?R. Lo ignoro. Es evidente que en el congreso se marcará una inflexión hacia una política no un poco diferente, sino más social, porque hay más grados de libertad para enfrentarse, sin frivolidades, a temas de política social, distributivas.
P. Los socialistas vizcaínos dicen en su ponencia alternativa: "El bienestar de un país no puede medirse exclusivamente por un crecimiento expresado en cifras". La ponencia oficial, al contrario, afirma: "El crecimiento económico es la base de nuestro proyecto nacional". ¿Qué cita suscribiría usted?
R. Lo que se dice en la primera todo el mundo lo sabe desde finales de los años sesenta y primeros setenta, desde que cayó el mito de los indicadores del desarrollo económico. Los indicadores de bienestar social sí se pueden cifrar, pero no reducir a un número. Cuanto menos sería un vector o una matriz. Pero se han de intentar medir siempre. En cuanto a la palabra base, a mí no me desagrada; quizá es un poco fuerte, pero si no es la base sí es la condición. Todo lo demás es levantar castillos en el aire.
P. Existen socialistas que consideran necesario que se aclare quién está a la derecha y quién a la izquierda en el partido.
R. En el congreso hay en juego varias cosas importantes, y yo las ordenaría jerárquicamente de otra forma. El tema económico-concertación, que aparece a veces como la gran cuestión, y el tema socialismo, futuro y Estado, o qué quiere decir un Estado con Gobierno socialista en la Europa de hoy. Éste es, para mí, el gran tema. En lo otro sólo hemos hecho que cumplir bien las consignas de los manuales inteligentes y tener valor y tranquilidad suficiente para aplicarlo. Pero lo realmente trascendente e innovador y decisivo cara al futuro es lo otro. Decidir qué tipo de relaciones deben existir entre sociedad y Gobierno, y qué significa Estado, y dónde están las fronteras entre una y otro. Y en esta cuestión es más dificil decir quién está a la derecha y quién a la izquierda.
P. Tres de cada cuatro delegados desempeñan algún cargo público. ¿Cómo van a representar a la sociedad civil?
R. Lo que ocurre es que si no hubieran ido los altos cargos se diría que éste es el congreso de los del partido y no de los del Estado...
P. ¿Pero es un congreso del aparato del Estado o del partido?
R. Es el congreso del partido, pero el partido está muy imbricado. Es un acto de partido. Si no fueran los cargos institucionales sería una falsedad. La gente lo que espera es ver a los altos cargos discutir de política una vez al año o cada dos años Y eso es importante. Sería un fraude si no fueran.
P. Parece que hay un acuerdo para que el congreso acepte al menos en parte, la propuesta federalista de los socialistas catalanes.
R. Lo desconozco. Lo que sé es que hay una voluntad, por nuestra parte, de buscar una formulación contundente, pero suficientemente flexible y amplia para que pueda ser asumida por todos. Lo que hemos de asumir es algo que no sea contradictorio, que sea lo fundamental, sin entrar en los detalles, que nosotros ya tenemos más estudiados, a veces desde hace más de 10 años.
P. La derecha nacionalista asimila el federalismo al café para todos. Asegura que se inspira en los mismos principios de la LOAPA.
R. Claro, es el único éxito grande que han tenido, y se han de referir constantemente a él. No creo que sea el café para todos, sino lo contrario, es el espíritu de pacto, de transacción. Lo que ocurre es que en el federalismo todo el mundo contrata. Es la sociedad como contrato, no como imposición.
Confianza federal
P. ¿Servirá para canalizar las discrepancias entre autonomías y Administración central?R. Lo que hay es un intento de evitar la irritación como método. Porque la irritación es tan falsa como la posterior euforia. El federalismo dice: hagan el favor de retratarse allí, con la pose definitiva, y a partir de ahí discutan, pero no cambien de lugar a cada momento. Que digan claramente que quieren cambiar la Constitución, que se habían equivocado al votar la Constitución, como a veces se ha insinuado. En Alemania existe la bundestreue, el principio de confianza federal. Cada tantos años se discuten porcentajes económicos entre los kinder y el Gobierno federal, pero no se cuestiona el ser o no ser. Nosotros hemos de arrinconar a quienes no aceptan el principio de la confianza federal.
P. Pero la confianza debe ser recíproca, el Estado también debe delegar competencias en las comunidades autónomas, sin recelos.
R. Claro, claro. Yo soy catalán, ¡eh! Y comparto eso. Yo digo: dejen que Cataluña represente a España, cosa que otros de aquí no dicen suficientemente, o digo: dejen que Barcelona represente a Cataluña.
P. El saber conectar con la calle ¿no es la cuestión más urgente del socialismo?
R. El socialismo barcelonés lo tiene como objetivo de forma clara. Queremos volver a conectar con las bases de la sociedad. A mí me es más fácil, como alcalde de Barcelona. Pero al Estado no le pido la sensibilidad que yo debo tener. El Estado está lejos. Me espanta la pasión por encontrar las vías por las que el Estado conectará con la sociedad. El Estado no debe ni intentarlo. Debe tener la humildad de reconocer que hay otros poderes que están más cerca de este tipo de problemática y que, por tanto, escuchar a esos poderes es indirectamente escuchar a la sociedad. A Felipe se le dice, yo le digo: viaja más. Es importante que viaje por España, pero sólo lo es simbólicamente, no prácticamente. Él lo que debe hacer es escuchar a los alcaldes. Supondría caer en una, frustración total pretender que desde el Estado se tenga mucha sensibilidad, porque el Estado no está creado para eso.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.