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Tribuna:
Tribuna
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Como que aquí no ha pasado nada

Aunque en los análisis de la cosa pública lo difícil es hacer vaticinios razonados -por ello en España se confunde tantas veces periodismo político con entrevista, cotilleo y uso y abuso de nombres propios- me arriesgaré a decir lo que pienso que acaecerá en el partido socialista en los próximos tiempos, y en particular en su congreso del mes de enero.Por lo que se refiere a los principios marxistas, todavía vigentes, se abandonarán a medias, pero sin dar la cara; es decir, haciendo como que aquí no ha pasado nada y como si el Partido Socialista Obrero Español siguiera siendo el mismo de Pablo Iglesias y Largo Caballero. ¿Por qué, después de todo, no seguir hablando, aunque sólo sea en los himnos, del hundimiento del imperio burgués, si tal cosa satisface el ingenuo fervor revolucionario del militante de base y tranquiliza a los que están en el ajo, por aquello de perro ladrador poco mordedor?

Lo que sí se hará en las resoluciones será afirmar a troche y moche el progresismo del PSOE y el conservadurismo y carcundia de los demás. Cuanto menores van siendo las diferencias, mayor empeño se pondrá en buscarlas o inventarlas, por razones psicológicas y electorales.

En cuanto a la política económica, pienso que no cambiará, por la sencilla razón de que a nuestros gobernantes no se les ocurre otra. Sobre ser muy difícil hacer algo distinto a lo que se hace, sucede que los economistas, gente muy sabia, tienen el inconveniente, peligroso en oficio tan poco exacto, de que casi siempre están convencidos de su verdad. Como además trabajan con anteojeras, a corto plazo y despreciando cuanto ignoran, resultan ser un personal muy tenaz, tirando a cabezota y un si es no es engreído.

En lo que atañe a la democratización de la cúspide del partido socialista, ahí sí que no existe riesgo alguno en prever que todo seguirá igual. Nuestro presidente del Gobierno probablemente dejaría de ser el gran dirigente que es si tuviera que compartir el poder omnímodo de que goza en el PSOE. Su proceder y hasta su psicología tendrían que cambiar tanto, que si alguna vez su partido le impidiera decidir por sí y ante sí en las grandes cuestiones y nombrar a su antojo a los ministros del Gobierno o a los demás dirigentes socialistas, se iría a su casa, cosa que hoy el PSOE, claro está, dista mucho de poder permitirse. Si en 1979, cuando era menos importante, ya amenazó con marcharse y todos se plegaron a sus deseos, ¿qué no sería ahora? ,

Ética socialista

El cuarto asunto que citaba yo entre los que afronta el PSOE concierne a la ética socialista. Aunque entre sus militantes más modestos todavía se conserva, resulta difícil extenderla a todos por la influencia grande del medio en que se vive, con un sistema de valores que ya no se pone globalmente en tela de juicio, como antaño, desde la ideología socialista.

A mayor abundamiento, en todo partido político, y el PSOE no es excepción, el uso de la recompensa material está a la orden del día. ¿Cuánto socialista esforzado, leal y disciplinado no lo sería tanto si no ocupara o aspirase a ocupar un cargo público, que en un partido de izquierdas suele acarrear lógicamente para quien lo ostenta una mejora económica, a veces sustancial? ¿Cómo ir a contracorriente de la sociedad y primar el incentivo moral sobre el material?

Mi opinión es que el PSOE no va a hacer nada para modificar ese estado de cosas, salvo, claro está, prodigar las afirmaciones de honradez.

El quinto punto se refería al Estado de las autonomías, y mi pronóstico es que ni el partido socialista ni el Gobierno modificarán su actitud, más bien timorata, al respecto. Y ello por prudencia, falta de imaginación, renuencia a que pierda poder el Gobierno central y desconfianza ante el auge de los partidos nacionalistas o regionalistas. Lo que hay que preguntarse, por tanto, no es si se acelerará la autonomización, cosa que creo no se hará, sino cuánto tiempo aguantarán los socialistas catalanes esa situación y si seguirán respetando el pacto que suscribieron al entrar en el PSOE, de cuyos frutos no pueden estar muy satisfechos. Hablo de los catalanes porque, como es sabido, son quienes han pedido que se aborde el asunto. Los demás socialistas periféricos están de momento más tranquilos, aunque puede cundir el ejemplo.

Resta, finalmente, el problema de los votos. ¿Qué harán los socialistas para no perder los que obtuvieron en 1982 y 198V Su estrategia, me parece, seguirá siendo la misma que hasta ahora. Aplicarán una política de centro, no asustarán a la derecha y seguirán siendo de izquierdas de labios para afuera.

El resultado de esa amalgama, que ya nunca arrojará tan brillantes resultados como en las dos últimas elecciones generales, dependerá de muchos extremos, en buena medida ajenos al propio PSOE. Si mengua su eficacia como factor de equilibrio social, el socialismo perderá el apoyo de la parte de la derecha que lo vota. Además, aunque hasta ahora no lo haya logrado, cabe siempre la posibilidad de que una derecha renovada brinde al ciudadano conservador moderado una alternativa atrayente. En el centro, que es donde tiene- el PSOE hoy su electorado más coherente, va a encontrar muy fuerte competencia.

La izquierda

En cuanto a la izquierda, ¿hasta qué punto el honrado trabajador seguirá conservando la ilusión del imposible cambio mirando hacia atrás para convencerse de que cualquier tiempo pasado fue peor o aplicando el principio del mal menor, y votando en suma a los socialistas? ¿Qué puede hacer el PSOE para lograrlo? No mucho, parece, aparte de rezar para que no renazcan de sus cenizas los comunistas, o surja una nueva izquierda, o cunda el desánimo y la abstención en el pueblo Rano.

Lo que sí podría hacer el PSOE -aunque no va a hacerlo- es analizar con menos soberbia y más ciencia sus triunfos pasados. Llegaría así a dos conclusiones elementales; a saber, que en su ascenso vertiginoso desde 1977 han influido razones coyunturales que están desapareciendo o pueden desaparecer, y que en un país como España, desarrollado a medías, desigual como pocos en el reparto social, afectado de lleno por la crisis económica, con un proceso de reajuste industrial largo y doloroso, con una reorganización del Estado, es muy difícil, por no decir imposible, lograr el consenso suficiente -a menos que intervengan motivos coyunturales- para lograr mayoría absoluta vez tras vez. Cuando eran marxistas, los socialistas sabían que existían unas clases enfrentadas, entre las que había que tomar partido. Hoy, olvidado aquello, piensan que concluyeron los enfrentamientos sociales y puede gobernarse a la vez para la izquierda, el centro y la derecha. Salir de su error les va a costar tiempo y más de un disgusto. Las desavenencias con el sindicato hermano sólo son un primer aviso y claro reflejo de lo que digo.

Acabemos. Aunque no faltarían, como se ve, pretextos para introducirlos, o mucho me equivoco, o en los próximos tiempos no sobrevendrán cambios importantes en el socialismo ni en su política de gobierno. Otra cosa será, claro es, más adelante. ¿Pero qué socialista se preocupa hoy de lo que sucederá dentro de unos años? Carpe diem, aconsejaba Horacio. Disfruta del presente, que la vida es corta y el futuro incierto.

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