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Nadie reclama el cadáver del 'suicida de la bolsa'

El cadáver del inversor José Luis Ybarra Belmonte, encontrado ahorcado el pasado martes, seguía ayer en el Instituto Anatómico Forense sin que nadie hubiera realizado aún los trámites para proceder a su entierro, según fuentes judiciales. Ybarra Belmonte, de 44 años, se suicidó a causa de la grave crisis económica y personal en que le había sumido la reciente caída de la bolsa.

Los funcionarios de la comisaría del distrito de La Latina, en Madrid, realizaron las diligencias sobre el caso y todavía no habían contactado ayer con ningún familiar de la víctima. La madre de Ybarra, que tiene 75 años de edad, se halla muy delicada de salud, ingresada en un centro geriátrico.El inversor arruinado "no tenía amigas ni amigos", según aseguraba él mismo en la carta dirigida al juez, cuya copia remitió a EL PAÍS antes de suicidarse. Tan sólo mantenía contactos amistosos con Manuel Sarnago Sarnago, asiduo visitante de la bolsa.

Sarnago, según las fuentes consultadas, ha avisado a unos parientes lejanos de José Luis Ybarra para que éstos se encarguen del entierro.

La única familia directa del suicida la constituyen su madre y una tía carnal. Ésta, que reside en Alicante, tan sólo sabe que su sobrino murió en Madrid, pero cree que lo fue como consecuencia de un accidente de tráfico. La madre de la víctima está en la misma creencia, ya que su hijo pedía en la carta dirigida al juez, que "por su estado le diga que fue un accidente".

Algunos de los agentes de bolsa con los que operaba el inversor Ybarra han manifestado que tan sólo mantenían con éste un trato profesional. En algún caso se habían roto estas relaciones, después de que el cliente decidiera liquidar las acciones bursátiles.

El "lío financiero", según él mismo lo calificaba en su carta, hace muy dificil precisar la situación económica a que había llegado Ybarra Belmonte. No obstante, en medios bursátiles se comenta que "el caso FECSA y la última caída de la bolsa podrían haberle hecho perder alrededor de 300 millones o 400 millones'.

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El inversor arruinado era un conocido barandillero, como se denomina en la bolsa a los visitantes que no pueden acceder al patio de operaciones y tienen que observar la sesión tras una barandilla.

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