Robinson, con 2.760 millones, alcanza el mayor contrato en la historia del deporte
El pivot norteamericano David Robinson ha firmado con los Spurs de San Antonio, el equipo de la NBA que obtuvo los derechos sobre este jugador en el último draft, el mayor contrato en la historia del deporte. Robinson, un infante de Marina que cuenta 23 años, tiene garantizado un contrato, cuya duración no ha sido ampliada, que le reportará 24 millones de dólares (2.760 millones de pesetas) por ocho años. El equipo tejano, que en la última temporada sólo obtuvo 28 victorias en 82 partidos, se ha arriesgado a ficharle pese a que no podrá jugar hasta la temporada 1989-1990, forzado por sus deberes militares con la Marina de los Estados Unidos.
Robinson, la joya más preciada del baloncesto americano, reúne todos los aspectos personales que subyugan al ciudadano medio estadounidense. Su historial colma el apetito deportivo y melodramático de sus compatriotas. La síntesis del guión no es otra que la vida del hijo de un militar negro enrolado en la Armada, un chico escurrido que apenas presta atención al baloncesto en sus días escolares, cuyo talento pasa inadvertido para los expertos que buscan posibles estrellas para las universidades.El desconocido ingresa en la academia naval, una institución de escaso renombre deportivo, crece 12 centímetros en cuatro años, se convierte en un jugador feroz -ávido de puntos, rebotes y tapones- y en un perfecto caballero en las aulas y en las calles. Este pivot llega a conducir a su desprestigiado equipo a la gloria, y a la selección de su país a una espectacular victoria sobre sus rivales soviéticos en el Campeonato del Mundo de baloncesto. Además, no duda en despreciar los inmediatos dólares de la NBA. "Tengo una obligación con la Armada y la cumpliré", asegura en las vísperas de su graduación. El cielo de la NBA podrá esperar dos años más.
Robinson forma parte de la leyenda del baloncesto universitario. Nadie duda que su carrera en la Navy es comparable a la de Bill Rusell, Abdul-Jabbar, Bill Walton, Akeem Olajuwon o Pat Ewing. De hecho, sólo Robinson, Jabbar y Ewing han conseguido pasar de los 2.500 puntos, los 1.300 rebotes y de un porcentaje del 60% de efectividad en sus lanzamientos durante sus cuatro años de carrera universitaria.
Todos los equipos profesionales anhelaban la contratación de Robinson, un pivot zurdo de 2,13, felino en todas sus acciones, tocado por la gracia de los ganadores. Los dirigentes de los Spurs de San Antonio, un equipo en declive que tuvo la fortuna de escoger el primer jugador del draft, no dudaron un instante. Robinson era la pieza, a pesar de que el jugador debía cumplir dos años más con sus obligaciones militares. Pero si no le fichaban, el jugador tenía la capacidad para quedar libre en el mercado baloncestístico y enrolarse, dentro de dos años, en cualquier escuadra de la NBA.
Fuerte debate
La notoriedad y el talento de Robinson, además de algunas circunstancias especiales, han provocado un fuerte debate en los medios deportivos estadounidenses. Cabía la posibilidad de que Robinson aunara sus servicios como soldado de la Armada con su aparición, cuando menos esporádica, en las pistas de la NBA. El precedente había sido sentado por Napoleon McCallum, un excelente jugador de fútbol americano, que obtuvo el permiso de John Lehamn, secretario de la Armada norteamericana, para disputar los partidos caseros de los Riders de Los Ángeles, una vez cumplidas sus obligaciones diarias con la Marina. Sin embargo, el nuevo secretario, James Webb, revocó la decisión de su predecesor y ha impedido que Robinson entrelace su condición de infante de Marina a la de astro de la canasta.La presencia de Robinson en la Marina es, sin embargo, extravagante. Su altura rebasa en 12 centímetros la estatura máxima permitida para ingresar en1a academia de Annapolis. Sucede que Robinson se enroló en la Marina con 17 años, cuando sólo medía dos metros. Por aquellas fechas, apenas disfrutaba con el baloncesto. Sólo en su último año escolar en Cisbourri Park lo había practicado con cierta determinación.
Nadie podía pensar que Robinson fuese a alcanzar la magnitud de una estrella y, quizá mucho menos, que el nuevo recluta creciera desaforadamente. Un médico de la academia militar de Annapolis ha manifestado que hubiera diagnosticado un problema en la glándula pituitaria de Robinson si no le hubiera visto multiplicar sus hazañas y librar duras batallas en las canchas.
Los problemas de estatura impiden que Robinson pueda cumplir su servicio en los submarinos, ocupar las literas de los destructores o pilotar los aviones de la Armada. Sus torturantes experiencias en los barcos le han dispensado del servicio en alta mar, pero no en tierra firme. Robinson, millonario y célebre, sabe que durante los dos próximos años estará estacionado en la base de King's Bay, Georgia, y que su soldada será de 1.500 dólares al mes, más casa y algunas dietas. La inhabilitación para jugar baloncesto profesional ha sido acogida con una enorme satisfacción por John Thompson, el reputado y severo entrenador de la universidad de Georgetown y del equipo de Estados Unidos, que defenderá su título de campeón olímpico en los Juegos de Seúl. Robinson se ha comprometido a formar parte de la escuadra norteamericana, sabedor de la gloria y el respeto que alcanzaron sus compañeros Michael Jordan y Pat Ewing en los Juegos de Los Ángeles. Su presencia es capital para batir a los soviéticos.
Malas cosechas
Las últimas cosechas universitarias han sido un tanto decepcionantes, y los expertos no auguran un equipo tan brillante como el de 1984. La inclusión de Robinson sitúa a los norteamericanos en una situación más desahogada. Con Robinson, Manning y J. R. Reid, la escuadra de John Thompson podrá batallar bajo los aros con los armarios soviéticos. Quizá sea allí, en Corea del Sur, donde David Robinson, la araña negra, pueda escribir el final de una historia con derivaciones melodramáticas. Una victoria del marinero sobre el formidable Sabonis le abriría hueco definitivo en el corazón de sus compatriotas.
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