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Puño de hierro francés en su imperio del Pacífico

Recrudecimiento del malestar social y político en Tahití y Nueva Caledonia

Lluís Bassets

Francia ha optado por el puño de hierro ante el malestar social y político en las colonias francesas del Pacífico, que acaba de experimentar en los últimos 10 días un súbito recrudecimiento, coincidiendo con el doble revés sufrido por los independentistas de Nueva Caledonia en una votación del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas y en el veredicto de un tribunal de Numea que ha absuelto a los autores de la muerte de 10 militantes canacos.

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Mientras tanto sigue el estado de urgencia y el toque de queda en Tahití, después de que una huelga de estibadores portuarios degenerara en violentos disturbios, Francia ha realizado una nueva explosión nuclear experimental en Mururoa, que fue detectada y denunciada por Nueva Zelanda y Australia, países cuyas relaciones con Francia no hacen más que empeorar.Los restos del imperio colonial en el Pacífico cuestan auténticas fortunas al erario público, pero Francia consigue con ellos mantenerse como potencia de segundo orden, gracias a los ensayos nucleares que se realizan en Mururoa y a su control de un mar territorial de seis millones de kilómetros cuadrados, que le permite presentarse como la tercera potencia marítima mundial.

Intereses nucleares

La huelga de los estibadores de Tahití, entre cuyos trabajos se encuentra la carga y descarga de los barcos que aprovisionan el centro de experimentación nuclear de Mururoa, aunque sólo afecta a unos 500 trabajadores, juega directamente con los intereses nucleares franceses.Mientras los Gobiernos socialistas habían intentado, tanto en Polinesia como en Nueva Caledonia, la vía del diálogo y de la negociación, el Gobierno conservador francés ha tomado decididamente el camino de la dureza, en defensa de sus intereses nucleares y contra los brotes de independentismo. En Nueva Caledonia, lo hizo organizando el referéndum del pasado mes de septiembre, destinado a plebiscitar la adhesión a Francia. En Tahití, ordenando la intervención de la policía en el puerto para permitir la realización de los trabajos de carga y descarga.

La violenta disolución de los huelguistas concentrados en los andenes portuarios desencadenó el pasado 23 de octubre una noche de incendios, pillaje y enfrentamientos. La declaración del estado de urgencia y del toque de queda, la militarización de las tareas portuarias, la aprobación de una ley de servicios mínimos que desarma totalmente a los huelguistas, la detención del líder del sindicato de los estibadores -que sido procesado como instigador de los disturbios- y la eliminación de los trabajadores civiles del servicio que afecta al centro nuclear de Mururoa están cerrando el círculo de firmeza francesa en Polinesia.

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El acorralamiento de los sindicatos portuarios tahitianos coincide con idéntica situación respecto al independentismo en Nueva Caledonia. Francia consiguió esta semana que 20 votos hasta ahora favorables a la independencia del archipiélago se pasaran a la abstención en la votación del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. Los votos contra la independencia, sumados a las abstenciones, fueron por primera vez superiores al número de países que apoyan al Frente de Liberación Nacional de Kanaky Socialista (FLNKS).

El FLNKS ha sufrido un golpe de mayor dureza moral en la propia Numea, donde un jurado popular formado íntegramente por caldoches (colonos franceses) absolvió el miércoles a los siete autores de la llamada emboscada de Hi'Enghene, en la que murieron y fueron quemados 10 militantes, entre los que se hallaban dos hermanos del presidente del Gobierno provisional de Kanaky, Jean-Marie Tjibaou. El tribunal aceptó los argumentos de "legítima defensa" para exculpar a los autores de una emboscada nocturna en la que los antiindependentistas esperaron a sus víctimas y las acribillaron, antes de incendiar sus coches.

Para los partidarios de la independencia, esta sentencia significa que "a los canacos se les puede matar como a perros".

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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