Kasparov descansó para replantear su estrategia
El campeón mundial de ajedrez, Gari Kasparov, utilizó su primer día de descanso en el encuentro por el título que le enfrenta al también soviético Anatoli Karpov. Éste, que domina por 3,5-2,5, ya hizo lo propio tras perder la cuarta partida. Para los especialistas, la decisión de Kasparov tiene mucho que ver con la superioridad mostrada por Karpov en las aperturas, factor decisivo en las dos victorias logradas hasta ahora por el aspirante, que jugará con blancas hoy la séptima partida. Ganará quien logre 12,5 puntos o seis victorias.
Kasparov estaba muy enfadado consigo mismo el lunes por la noche, tras desaprovechar su ventaja en la sexta partida, por lo que su descanso no carece de lógica. El campeón, que dedicó ayer el mayor tiempo a relajar se y sólo dos horas a trabajar, necesita recomponer su equilibrio anímico y templar los nervios en las siguientes partidas si quiere vencer a un rival que, por el contrario, se encuentra en un buen momento tanto des de el punto de vista técnico como psicológico.Por otra parte, en el entorno de Kasparov se señala con insistencia que el campeón debe tomar una determinación en cuanto a su fidelidad a la defensa Grunfeld, que hasta ahora ha utilizado en 12 ocasiones frente a Karpov, con ocho empates y cuatro derrotas. El 13 es un número de buena suerte para el aserbayano, que suele elegirlo a la hora de escoger una habitación de hotel o en circunstancias similares. Sin embargo, es muy probable que sus asesores le hayan aconsejado el cambio de la defensa Grunfeld por cualquier otra para dificultar la preparación de Karpov, cuyo equipo de analistas ha funcionado hasta ahora con la precisión de un robot.
Seis meses antes de que comenzara el mundial, Karpov, que trabajó ayer con sus analistas y se relajó jugando al tenis, reconoció que en el encuentro anterior frente a Kasparov, hace un año, había cometido tres errores: descuidar su preparación de las aperturas (primeras jugadas de una partida), apurarse excesivamente de tiempo y consumir su último descanso en un momento muy inoportuno, después de ganar tres partidas seguidas, permitiendo así que Kasparov se recuperase moralmente. El acierto de Karpov al preparar sus recetas contra las aperturas favoritas del campeón no reside precisamente en la perfección técnica, sino en su efecto psicológico. No puede afirmarse, ni mucho menos, que la variante empleada el viernes por el aspirante sea una refutación de la defensa Grunfeld que tan obstinadamente emplea su rival. De hecho, Kasparov logró equilibrar el juego y crear posiciones muy complicadas; todo parece indicar que omitió una continuación de tablas en la jugada 36. Pero para ello tuvo que invertir mucho tiempo y grandes dosis de energía.
Si Kasparov hubiera dispuesto de una hora para realizar sus últimas siete jugadas, en lugar de un minuto, es muy probable que la situación actual fuera distinta. Pero los apuros de tiempo no son nunca una causa sino una consecuencia de los problemas surgidos anteriormente durante el juego. En las dos partidas ganadas por Karpov, segunda y quinta, éste logró que su joven rival se perdiera en la búsqueda de la perfección. Tal como está estructurada la alta competición, no basta con jugar bien, hay que hacerlo rápido.
En ambos casos, Kasparov se vio sorprendido en un terreno, las aperturas, donde él había dominado netamente a Karpov hasta ahora. Algunos especialistas llegaron a afirmar que, si las partidas sólo tuvieran medio juego y final, Karpov continuaría siendo campeón del mundo. Ante la nueva situación, Kasparov no supo reaccionar con la efectividad que cabe esperar de su talento y quedó enredado en las lianas de su propio cerebro.
Laboratorio casero
Ciertamente, un buen funcionamiento del laboratorio casero no es suficiente para vencer al campeón del mundo, aunque sea un factor muy importante. Karpov está reflejando en el tablero más que nunca su experiencia, su técnica cercana a la perfección y su gran habilidad para elegir casi siempre el plan estratégico que más moleste al adversario. Sólo en la cuarta partida, cuando Karpov no aceptó el desafío de Kasparov para que repitiera su novedad de la segunda, el campeón se comportó como tal y fue incrementando su ventaja con blancas hasta convertirla en victoria de forma inapelable.Ése debe ser su punto de mira si no quiere perder en dos meses lo que tardó en ganar 22 años, es decir, toda su vida hasta el 9 de noviembre de 1985, cuando las paredes de la sala Chaikovski de Moscú retumbaron ante los aplausos que reconocían a un nuevo campeón. El problema es que a Karpov le supieron a poco sus 10 años de reinado. Lo que realmente le haría feliz sería sería doblegar a Kasparov. A ello se entrega en cuerpo y alma.
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