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La mixtificación ladina

Hace días, en estas mismas páginas, me refería a la innegable devaluación ideológica de la izquierda española, y concretamente al PSOE. No sería justo ni benéfico, como decían nuestros entrañables liberales gaditanos, afirmar que esta devaluación es exclusiva de los partidos españoles: el fenómeno, por el contrario, está bastante generalizado, pero, como ironizaba Orwell, "todos somos iguales, pero unos más iguales que otros". Lo correcto sería plantearlo así: que en toda Europa se ha extendido un pesimismo político, un cansancio ideológico, que se expresa en la falta de iniciativas renovadoras globales: la izquierda histórica, ante el buda feliz de un neocapitalismo boyante, se siente seducida, cautiva y desarmada. Pesimismo que se traduce en una imaginación estéril y tópica, en una radicalidad frustrada y frustrante. Sólo cuando, ocasionalmente, renace la irracionalidad fascista o racista (Le Pen, en Francia) las fuerzas progresistas se hacen testimonialmente beligerantes. La izquierda europea y española, si están en el poder, más que corromperse se reducen y anquilosan; si están ,en la oposición, dejan de ofrecer su proyecto alternativo con credibilidad que pueda producir no ya entusiasmo, ni siquiera adhesión moderada. El fantasma que corre por Europa no es el del miedo al comunismo, anunciado por Marx hace más de un siglo, sino un fantasma travestido, escapista y consumista.La devaluación ideológica socialista, en base a que hasta ahora el PSOE fue el partido hegemónico y el que capitalizó la idea de cambio, motivó un Proceso creciente de ambigüedad fronteriza en casi todos los partidos políticos españoles. Así, la izquierda se confunde con actitudes reformistas, el centro acrecienta sus votos a derecha e izquierda, la derecha pretende ser centro. Las fronteras se multiplican en busca del gran centro legitimador y, sobre todo, valedor electoral. La devaluacíón ideológica y la pérdida de identidad hacen, en fin, a todos centristas conspicuos o ladinos: todo el mundo, además de bueno, habla de modernización, de estabilidad y gobernabilidad, de cambios graduales y moderación pragmática, de eficacia tecnocrática y de grandes pactos de Estado, y sobre todo de Europa como salvación mítica y mágica. Los mensajes se homogeneizan y una apacible confusión autogratificante se extiende. La campaña última a las elecciones europeas, al margen del valor simbólico y efectivo de nuestra integración en Europa, puede ser un buen ejemplo de esta caricatura política.

La renovación ideológica, frente a esta ambigüedad fronteriza, es, pues, tarea de todos. Renovarse significa clarificación, no ladina mixtificación; es decir, asentar las necesarias identidades múltiples que deben coexistir en una sociedad política pluralista. Renovarse es, al mismo tiempo, radicalizarse (izquierda), equilibrarse (centro), democratizarse (derecha). Dicho en otras palabras: racionalizar los proyectos políticos sin pretensiones hegemónicas, sin oportunismos mixtificadores. El real fraccionamiento social y sus correspondientes mecanismos ideológicos deben formalizar un claro y optativo pluralismo político, con proyectos diferenciados. Ya, más tarde, habrá tiempo de transacciones y de coaliciones: las coaliciones (centro-derecha o centro-izquierda) deberán ser, en su caso, resultados, no un prius. Por ello, una renovación operativa -si se quiere una sociedad avanzada y no una sociedad reducida- exige estructurar identidades que excluyen la opacidad la confusión. Sería, en este sentido, bueno para el país que la izquierda fuese realmente izquierda, que el centro sea una opción progresista o socialdemócrata, que la derecha se afiance como formación liberal-conservadora.

Hay revisión ladina cuando, consciente: o inconscientemente, se plantea el problema desde la mixtificación o desde el escapismo. El federalismo podría ser un ejemplo; el weyare State podría ser otro. Podrá argüírseme, y con razón: ¿es que en el CDS o en AP no hay también ambigüedad fronteriza o ladina mixtificación? ¿Por qué culpabilizar al PSOE de modelo de mixtificación? Por una razón, que no excluye autocríticas: porque, dada la vocación hegemónica del PSOE y su realidad como partido-eje, hasta ahora, el PSOE interfiere y, en gran medida, define los planteamientos estratégicos de los demás partidos. La deshegemonización modificará, sin duda, nuestra ambigüedad, pero no habrá clarificación global, aun perdiendo la hegemonía política, si perduran tentaciones oblicuas: a esto llamo mixtificación ladina o divertimiento lúdico.

No se trata de criticar el welfare State o Estado de bienestar, con cuyos planteamientos personalmente coincido, sino de ajustar este proyecto teórico a su campo político preciso. Para una izquierda real, izquierda democrática, el welfare State no es, o no debe ser, una aspiración, sino ya un punto de partida mínimo. En los años de gueto académico y político, en Salamanca, alrededor de Tierno Galván, un grupo de jóvenes profesores discutíamos la vieja concepción del Estado liberal de derecho y sus correctivos. El planteamiento, de forma esquemática, que sigue siendo válido, era éste: el Estado liberal de derecho clásico era ya inoperativo e injusto, y se imponía una reactualización. La función correctora tenía que impulsar los aspectos sociales y solidarios: a esto se llamaba Estado social de derecho o, en la terminología anglosajona, weffare State. El Estado social de derecho descansaba, pues, en un neocapitalismo social, y no en una posición neomanchesteriana. Afirmar esto en los años cincuentasesenta no era revolucionario, pero sí progresista. Pero la cuestión para la izquierda real, no izquierda solapada, consiste no sólo en dinamizar a la burguesía en un planteamiento modernizador, de democracia social, sino elaborar un. proyecto más avanzado: dar el paso del Estado social de derecho al Estado democrático de derecho. Ésta es la función coherente del socialismo: transformar la sociedad sin reducir los valores de libertad, seguridad y, pluralismo.Y así, nuestra Constitución fijó, transaccionalmente, estos postulados en su artículo primero.

Por ello creo que relanzar ahora por algún sector del PSOE el Estado social de derecho, el weItare State , es una marcha atrás. Mi viejo amigo Miguel Boyer podría decir, y decir razonablemente, que hay un avance: si se parte, hipotéticamente, de que el PSOE actual practica y está en las coordenadas del simple Estado liberal de derecho, defender el Estado social es, sin duda, un paso adelante. Pero ¿dónde queda el Estado democrático de derecho? ¿Dónde queda el socialismo? Unir Offe con Galbraith, el funcíonalismo norteamericano y el pretexto de la unidad europea no parece muy coherente. ¡Ay, José Mari, Elías, Ramón! No olvidéis la despedida, recordando un adiós de César Vallejo: "Adiós, hermanos san pedros / heráclitos, erasmos, spinozas. / Adiós, tristes obispos bolcheviques. / Adiós, gobernantes en desorden. / Adiós, vino que está en el agua como vino. / Adiós, alcohol que está en la lluvia".

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