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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La amenaza y la razón

ESTA NOCHE se disputa en Valencia un partido de la Copa de Europa entre el Oporto y el Real Madrid. Desde luego hace ya mucho que existe la posibilidad de televisar partidos en directo, de modo que disfrutar de su emoción y su belleza no sea privilegio de unos pocos. Pero también, desde hace tiempo, los aficiona dos españoles se ven amenazados una y otra vez con el anacrónico suceso de que el partido no se televise. Como en otras ocasiones la amenaza ha permanecido hasta unas horas antes de saltar los jugadores al campo. Finalmente ha imperado el sentido común y todo ha quedado como en el pasado en los términos de una mala comedia de enredo. La decisión de ensombrecer el País Vasco y Cataluña, donde la Real Sociedad y el Barcelona, respectivamente disputan otros partidos de competiciones europeos ha sido la elemental solución al caso.La Federación Española, a instancia de parte -parte son en este caso la Real, el Barça y algún que otro equipo como el Rayo Vallecano, que se sumó al río revuelto y hacía coincidir su partido de Copa con el Madrid-Oporto- decidió prohibirlo. Y así, varios millones de españoles que hubieran querido ver por televisión este encuentro, y que nunca han tenido la oportunidad de comprar entrada para los de la Real o el Barcelona, habrían quedado chasqueados.

Que de nuevo, in extremis, se haya resuelto el absurdo en beneficio de la razón no niega la posibilidad de que la indeterminación vuelva a producirse y que la solución, en otro momento, no se logre ¿Por qué ocurre en fin esto? ¿Cómo puede justificarse el absurdo de que a estas alturas del desarrollo de las telecomunicaciones se prive al ciudadano de sus elementales ventajas? La respuesta pasa por la existencia de un sistema de monopolio estatal en televisión pero también por algunas mezquindades intrínsecas y otras complementarias. En primer lugar, es mezquina la actitud de TVE que, a diferencia de otra emisora estatal como la RAI italiana, sigue una política sin horizontes. En contraste con TVE, la RAI compra a principio de temporada los derechos de transmisión de los partidos europeos de todos los equipos italianos y cada miércoles decide cuáles dar y en qué horarios. De esta manera y como todos los clubes han cobrado de antemano, los acuerdos son fáciles.

Pero, en segundo lugar, ha sido poco generosa la actitud de aquellos equipos que se agarran a la letra de una norma menor y trastocada que les permite vetar la trasmisión aún en el caso en que TVE ofrezca ensombrecer la zona de la que obtendrá toda la potencial cantidad de espectadores. En esta actuación existe reacción comprensible pero tardía a la época en la que los abusos del Madrid fueron frecuentes. Efectivamente hubo años en que el televisar partidos del Madrid en la Copa de Europa, cayera quien cayese, se arruinara la recaudación de la taquilla que fuera, se constituyó en una necesidad oficial. Y no hay que decir que reciente decisión de Alfonso Guerra disponiendo manu militari que se televisara el Madrid-Nápoles, si satisfizo una legítima ansiedad colectiva, no contribuyó a romper aquella imagen.

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El partido Oporto-Real Madrid se televisará, pero es hora que por encima de las rivalidades empiece a considerarse al Real Madrid o a cualquier otro club como una empresa de espectáculos. Pero además, frustrar la oportunidad de gozar de una competición deportiva de indudable interés cuando no hay perjuicio para nadie era un sinsentido. Bastantes sobresaltos se reciben desde otros ámbitos internacionales y nacionales como para sumar los de no poder disfrutar de un esperado partido de fútbol.

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