El Estudiantes tiene ahora dos caras
Un Estudiantes resolvió en minuto y medio lo que el otro Estudiantes no estaba logrando hacer en 20. Es decir, se nos presenta este equipo con dos caras, la estática o la rápida, la sistematizada o la libertaria, y una parece no funcionar del todo, de momento, mientras que la de siempre parece seguir sirviendo. El Cajabilbao, enfrente, sólo podía tener una cara, la de un equipo con americanos que trabajan a destajo: tiran, rebotean, defienden lo que pueden y buscan jugadas de tres puntos -entre ambos intentaron siete triples-. Ganó el Estudiantes ambiguo.
En minuto y medio, Gil echó varias carreras, Russell se levantó del suelo, y mediaron algunos castañazos. Ello supuso que, donde antes había un 35-40 en contra para el equipo local, se pasaba a un 41-40 a favor.
Algunos contraataques después el marcador señalaba 60-44 y el Cajabilbao se veía lanzado a la derrota por el mero hecho de que sólo había marcado cuatro tantos en 11.30 minutos.
Sin embargo, no todo lo que hizo el otro Estudiantes es despreciable. Se vio a Gil marcar una jugada con el puño, índice de nuevo orden. Se vieron también algunos aclarados que permitieron a Russell mejores recepciones de balón sin tener que verse obligado a una acción circense para encestar; también se apreciaron algunas acciones doblando el pase al pívot, pero, ahí le duele, nadie tira de media distancia en el Estudiantes. Mientras el Estudiantes hizo esas cosas, el Cajabilbao dominó el partido.
Pero ese dominio se debió a diversas circunstancias. Una a que el hecho de que estos equipos se hayan visto dos veces ya en una semana permitía al estudioso técnico Figueroa preparar cosillas para romper el juego del Estudiantes. Entre ellas, se supone, alguna aplicación de Lafuente a cortar el primer pase y algunos movimientos de Kopicki y Lockhart fuera de la zona buscando nada más y nada menos que un triple. La cosa funcionó hasta que Gil apretó su acelerador y los dos grandes del Cajabilbao se encontraron cargados de personales y sin suplentes.
Por tanto, el Estudiantes salvó este escollo sin brillantez, mientras sigue debatiéndose entre sus dos personalidades: o Hyde o Jeckyll, o ese juego encorbatado de la primera mitad o la acción de los encamisados de Gil. Y sucede, también, que Russell no está en forma rutilante por lo que no le vienen del todo mal algunas situaciones de ataque estático. En ese debate, el Estudiantes puede encontrar algunas soluciones que le valgan.
Y el Cajabilbao. Pues, bueno, bien, pues tendría más futuro si a Kopicki y Lockhart el guión no les obligara a interpretar tantos papeles, a hacer de pívots, de aleros y de bases casi en la misma jugada, en acciones de omnipresencia que delatan, más que otra cosa, escasa plantilla.
Y Figueroa, su técnico, tiene tiempo para seguir estudiando. Es seguro que lo hará, para inventarse sistemas que intenten probar que en el baloncesto basta con echar mano de Descartes, con poner a los hombres a hacer las cosas con elemental sentido, con obligarlos a jugar con raciocinio. Pero Descartes no debió imaginarse gente tan alta haciendo cosas con la pelota.
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