La vocación secreta de Juanito
Pello Olalde llevaba el balón por la situación teórica del interior derecha (Olalde era el interior derecha), y en eso tocó e" balón con suavidad hacia la posición teórica del exterior derecha. Allí llegó veloz Juanito Gómez (que era el exterior derecha), galopando sus 19 años junto a la lateral cubierta de El Plantío. Le salieron al paso dos fornidos defensores del Baracaldo, a los que desbordó, y cuando salía el portero, el veterano Bilbao, Juanito cruzó un disparo que golpeó con gran fuerza el hierro interior que sostenía las redes.Los burgalesistas se abrazaban casi incrédulos porque quedaban tres minutos y acababan de lograr la victoria, remontando el tanto inicial de Osteolaza. Juanito daba saltos de alegría porque se había estrenado con gol en la alineación titular; y Bilbao -que había obsequiado a su antigua parroquia con un gran partido- golpeaba repetidamente el suelo entre la desolación de sus compañeros aurinegros.
El público se quedó helado -algo raro, tratándose de burgaleses- cuando el árbitro, Sánchez Arminio, ordenaba que continuase el juego sin señalar el centro del campo, como si nada hubiese pasado.
Al terminar el encuentro, Sánchez Arminio se declaraba convencido de que el balón había dado en el larguero; y Juanito lloraba en el vestuario.
La primera injusticia arbitral de su vida en partido oficial le hizo reaccionar llorando de rabia. Todavía estaba en Segunda División y era muy joven. Poco a poco fue comprobando que su opinión sobre los lances del juego coincidía escasamente con la de los colegiados.
Ya jugaba en el Real Madrid cuando, en 1979, su equipo ganaba en Málaga por un gol y quedaban cinco minutos. La mano del defensa madridista Benito salvó una situación comprometida con cierto disimulo. Los locales reclamaron c penalti, pero el árbitro no le concedió. Juanito reconoció en el terreno de juego y ante lo periodistas que su compañero había dado un claro manotazo al balón; y algunos directivo incluso propusieron después sancionarle por atreverse a tamaña sinceridad contraria a los intereses del club.
Juanito ha sido criticado con razón por sus excesos violen tos. Sus reacciones desmedida nunca podían encontrar una disculpa. Ahora bien, esto precisa una matización.
Nadie discutió que aquel juez de línea al que empujó en Suiza -lo que le valió un año de suspensión en partidos internacionales- se había equivocado con especial reiteración.
Nadie discute que las dos entradas consecutivas de Matthaus en Múnich fueron dignas de denuncia en comisaria.
Y la imagen de Hoeness golpeando el suelo después de que Buyo le arrebatara el balón limpiamente recuerdan muy bien al bueno de Bilbao haciendo lo propio en el pelado césped de El Plantío. Aquel penalti en Múnich no hizo llorar de rabia a Juanito. Aquel penalti le cabreó soberanamente.
Su comportamiento no tiene perdón deportivo. De acuerdo. Pero hay que decir algo en honor del jugador ya ex madridista: siempre protestó con razón. Nunca hizo el paripé para engañar a un árbitro, jamás tuvo que desdecirse al ver la moviola. Siempre actuó con sinceridad y sus juicios resultaron certeros.
Ahora desea ser entrenador, después de una temporada como jugador del Málaga. Y quiere dar clases de fútbol a los niños.
Está equivocado.
Juanito, en realidad, debiera correr todavía unos años por los campos de fútbol. Pero vestido de negro y con el silbato en la boca. Árbitros como él harían mucha falta.
Y a ver quién le tose.
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