Núñez, Roca, el Madrid y lo demás
Núñez se va de la federación. Siente, y no sin motivo, que Roca le ha traicionado. Después de que con su confuso pero apasionado verbo le salvara de la moción de censura, podía esperar otra actitud de su presidente. A Roca le mantuvo en la presidencia Núñez, que arrastró los votos suficientes para alcanzar un empate dificil en aquella absurda votación, pero el aragonés lo ha olvidado pronto. Se fue a comer con Mendoza y Baró -los dos enemigos naturales del presidente barcelonista- y se mostró dispuesto a acceder a la pretensión del Madrid, un tanto abusiva, de que se televisar el partido contra el Nápoles coincidiera o no con otros. Núñez sintió que en el mero intento había una desconsideración grave hacia su club y que en esas condiciones no puede ser el más directo colaborador de Roca. Correcto.Pero otras luces iluminan también esta dimisión. Sorprende el desparpajo con el que en la hora de su salida -como en momentos anteriores- Núñez deja ver que su fin prioritario al asumir la vicepresidencia de la federación era hacer de contrapeso del Madrid y, sobre todo, evitar que el equipo blanco ganara el Campeonato de Liga. Sorprende que considere un éxito personal que el Madrid estuviera cinco años seguidos sin ganarla, y un fracaso que sí lo haya hecho en las dos últimas ediciones. Sorprende que el ya casi ex vicepresidente de la federación no ponga el acento en el fútbol de base, ni en el saneamiento económico de los clubes, ni en la actividad de las selecciones nacionales, ni en el buen orden de las competiciones. Que lo ponga especialmente en su interés en ser un contrapeso del Madrid.
Y el gran fracaso de Núñez es ése. El Madrid no sólo ha ganado los dos últimos campeonatos de Liga, sino que ha hecho una salida a lo Ben Johnson en éste. El Barcelona no sólo ha dejado de ganar los dos últimos, sino que ha hecho una salida vacilante en éste. Aun dando por bueno que el Madrid haya mostrado una tendencia histórica a abusar de su peso en la federación; aun dando por bueno que la diferencia, esgrimida una y otra vez por Núñez, de 12 penaltis contra tres a favor del Madrid en la Liga pasada sea excesiva, da la impresión de que Núñez ha equivocado la estrategia. La batalla no estaba en la federación. Estaba en el seno del propio club.
El Madrid triomfant de estos principios de temporada tiene siete titulares procedentes del Castilla. Chicos jóvenes en su mayoría, con larga trayectoria por delante. El Barcelona no puede equipararse en esto. La estrella del equipo, Butragueño aparte, es Hugo Sánchez -cuyo fichaje, por cierto, desestimó en su día Venables-, a quien no sólo no se ha perseguido desde el club y desplazado al banquillo, sino que se ha retenido con talento, paciencia y tolerancia cuando ha mostrado deseos de irse. La estrella del Barcelona es Schuster, y sobre eso no hay mucho que comentar. Núñez tenía, sin duda, batallas que librar y ganar en la federación, pero tarribién tiene batallas pendientes en su propia casa.
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