EE UU niega la existencia de vínculos con los golpistas filipinos
ENVIADO ESPECIAL El nuevo embajador de Estados Unidos en Filipinas, Nicolas Platt -que tomó posesión de su cargo el pasado fin de semana-, desmintió ayer firmemente cualquier vínculo de miembros de su representación diplomática con los golpistas filipinos, que, al mando del coronel Gregorio Gringo Honasan, intentaron derrocar al régimen de la presidenta Corazón Aquino.
Platt salió así al paso de los rumores publicados en la Prensa filipina, junto a las declaraciones de varios senadores, sobre supuestos vínculos entre la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y miembros de la ultraderecha estadounidense con los militares rebeldes. El embajador de Estados Unidos destacó, por el contrario, la rápida reacción de EE UU, expresada por el presidente, Ronald Reagan, en apoyo de la democracia filipina y del Gobierno que preside Aquino.
El poder militar
Al término del Consejo de Ministros semanal de ayer, el Gobierno filipino aparecía bajo una clara influencia del poder militar, después del intento golpista del pasado viernes, abortado gracias a la firme intervención de las fuerzas bajo el mando de jefe del Ejército, general Fidel Ramos. En el consejo ministerial de ayer se aprobó el principio de un aumento de paga, del orden del 60'/_ para los militares filipinos, que fue calificado de "muy positivo" por el general Ramos. Es probable que en el futuro la presidenta Cory Aquino y su equipo queden parcialmente bajo el protectorado del poder militar, cada vez más influyente en los asuntos políticos del país, después de cinco intentonas frustradas de golpe.Aquino decidió presidir una próxima reunión conjunta con el Congreso filipino, surgido democráticamente de las pasadas elecciones del 10 de mayo último, a fin de determinar las responsabilidades, tanto militares como civiles, de los autores del intento de kudeta, como se denomina en Filipinas al golpe de Estado. La presidenta filipina declaró ayer que el Gobierno que encabeza conocía con dos semanas de anticipación que un grupo de militares planeaba un nuevo intento de golpe.
Algunos diarios de la capital filipina se hacían eco ayer de la existencia de un plan C por parte de los golpistas -la mayoría, detenidos en dos barcos de guerra, anclados en la bahía de Manila, mientras que Gringo Honasan y un grupo de oficiales siguen huidos- destinado a establecer una negociación entre los rebeldes y el Gobierno, a fin de obtener satisfacción de las peticiones que inspiraron a los golpistas. Entre ellas, destacan la revocación de la nueva Constitución -aprobada por referéndum el pasado 2 de febrero- y la reinstauración de la Constitución filipina de 1935, dictada en la época del protectorado de Estados Unidos sobre Filipinas. Entre otras peticiones figuraba asimismo una nueva elección presidencial.
En medio de la polémica político-militar que debe afrontar Cory Aquino, cabe destacar la actitud del influyente cardenal Jaime Sin, que aludió a la existencia de corrupción entre algunos miembros de la Administración de Aquino como uno de los elementos de malestar que contribuyeron a incitar la revuelta de los militares golpistas.
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