Postrimerías
La conciencia es una misteriosa arcilla en la que se graba lo que nos afecta, lo que nos importa, y a veces, no siempre, de la relación de esas grabaciones depende nuestra conducta, aunque sea el resultado de un cálculo de lo que podemos hacer, no de lo que deberíamos hacer. No teman una paliza psicometafisica, que no va por ahí la cosa, pero es inevitable decir que se es mientras se tiene conciencia, y esa relación ser-conciencia establece la convención de la existencia.Todos los autoengaños a los que el hombre ha recurrido para sacarse de encima el miedo a la muerte han tenido en la supervivencia de la conciencia su materia prima. Se puede llegar a renunciar a ser tal como nos lo evidencia el espejo o el carné de identidad o las fichas antropométricas de cualquier poder o la mirada de los que nos quieren o de los que nos odian. Pero al menos, una vez muertos, por favor, que nos permitan seguir teniendo conciencia y recibir noticia de lo que existe, intervengamos o no en ello, según la vocación de fantasma que cada cual tenga.
Si no sobrevive ninguna posibilidad de conciencia, pienso con angustia en todo lo que desconoceré. Es decir, todo. Según las estadísticas actuales, mi esperanza de vida se detiene aproximadamente en torno al año 2015, y a partir de esa fecha ya no estaré en condiciones de saber si 30 años de gobierno socialista habrán conseguido modernizar España de una puñetera vez, y si la nieta de Chabeli Iglesias Preysler mantiene relaciones estables o no con el bisnieto de Pitita Ridruejo, y si los soviéticos han reprivatizado la banca. Pero ninguna de estas impotencias me conmueve tanto, me da tanta idea cabal de qué significa morirse, como admitir, de pronto, que una vez muerto ya no sabré cada domingo qué ha hecho el Bar4;a en la Liga. ¿1 a 2? ¿2 a 1? ¿5 a 0? ¿0 a 1? ¿A qué distancia va del Real Madrid? ¿Era penal o no era penal?
Nada. La más compacta nada, anuladora incluso de una posible conciencia de la nada. Nada. Nada. Nada. Empiezo esta Liga muy bajo de moral.
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