El hombre y la muñeca

Alberto Lattuada, en una despiadada reflexión sobre las relaciones humanas, Padre putativo, certificó que para el hombre común la mejor compañía femenina es la retrasada mental de buen ver. No habla, no pregunta y se entrega a los placeres de la carne con la misma intensidad biológica que la licenciada en Derecho. Era un documento capaz de poner los pelos de punta al más pintado.Berlanga, por la vía del esperpento, traza una fábula de corte similar, ferrerianamente ayudado en su vertiente misógina por su habitual Rafael' Azcona, en Tamaño natural, un empeño muy personal que le costó esfuerzos de Tántalo a nuestro cineasta, tuvo que llevarla a cabo en coproducción con Francia y, terminada en 1973, no vio luz en nuestras carteleras hasta 1977.

La crónica que nos narra es la de una soledad. Nuestro protagonista, de profesión dentista, no es capaz de hallar en su mujer de carne y hueso nada que le proporcione ni satisfacción personal ni independencia, motivo por el cual recurre a una hermosa muñeca.

Poco a poco, ese metro sesenta de inamovible feminidad va cortando el aire como una cuchilla y a su vez la respiración. Piccoli va entrando

en un proceso agónico, en un callejón sin salida. Sin lugar a dudas, éste sigue siendo, 10 años después de su acceso a nuestras pantallas, un filme polémico. Su ambigüedad crea múltiples interpretaciones, incluso opuestas entre ellas. En todo caso se trata de una excelente obra en torno a los infinitos abismos que habitan el interior del ser humano,