_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La gota

Acosados por las que se sienten acosadas, abrumados por quienes nos abruman con teorías sobre el sexo, hartos, hemos de decir, nosotros, la mitad de la humanidad, que nuestro real e irresoluble problema es uno: la gota.No son ellas las únicas que tienen sexo. Ellas, al fin y al cabo, cotillean de sus hombres en los lavabos públicos. Y un hombre ni a su mejor amigo confiesa lo más inconfesable de su sexo; pero sabemos que a él le sucede lo mismo. Es un respiro estar solo en el baño; así, al final, puedes dar una sacudidita, dos, tres, mientras en tu cerebro crece la idea de que es necesario un golpecito más, el definitivo. Pero lo psíquico se va imponiendo a lo físico, te va dominando la convicción de que no hay sacudida baladí y que tu mujer se estará preguntando: "¿Qué hará? ¿Cuánto tarda?". Te rindes. Sales deprisa, sin lavarte las manos, para recuperar tiempo.

Es peor cuando somos varios en el servicio. Entre los hombres no hay la solidaridad del otro sexo, ni consuelo, sólo disimulo. Los osados se atreven a bajar la mirada para ver cómo va la cosa. Los demás mantenemos la vista fija en el azulejo; de reojo contamos cada sacudidita del vecino, para comparar. Al final comprendes que el otro hace lo mismo, que es una historia interminable y, entonces, te rebelas, mandas al cuerno todo, y te subes precipitadamente la cremallera, coincidiendo con todos los que compartían esa desazón.

Antes de que la puerta se cierre a tus espaldas, sientes una humedad a la altura de la ingle, suplicas que no se extienda, que sea una falsa impresión, y sigues andando con la cabeza al frente. Aunque te come la curiosidad, aguantas sin pestañear.

¿Y qué dice de todo esto el informe Hite, Anaïs Nin, Susana Estrada, Cicciolina o Silvia Kristel? Nada. No saben nada del sexo masculino. Es nuestro misterio sin solución. ¿Qué podemos hacer, compañeros? ¿Visitar al psiquiatra? ¿Cambiar de calzoncillos? ¿Evacuar sentados?

Para ir tirando, para ocultar en todo momento el drama de la gota derramada sólo hay una solución: vestir pantalón oscuro.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_