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Centenares de creyentes asisten al 'milagro de san Pantaleón'

Centenares de fieles abarrotaron durante todo el día de ayer el monasterio de la Encarnación, situado junto a la plaza de Oriente, para asistir a un espectáculo que se produce en ese centro religioso cada 27 de julio desde hace más de 300 años: la licuefacción de la sangre de San Pantaleón. La masa negruzca, supuestamente sangre del mártir cristiano sacrificado en el año 305 en Nicomedia (ciudad de la actual Turquía), había entrado en estado de licuefacción en la madrugada y permanecería así durante 24 horas, con un tono escarlata, hasta que se coagule nuevamente.Al concluir la misa del mediodía, el fraile Eugenio Ayape, de la orden de los agustinos, invitó a los presentes a apreciar el "increíble portento". En sus manos sostenía un dorado relicario, y en una pequeña pirámide de cristal incrustada en el relicario se deslizaba un líquido viscoso. Los feligreses dejaron paulatinamente sus asientos y se arremolinaron ante el altar. El asistente del capellán, un hombre menudo vestido de saco y corbata, encendía por momentos una linterna para exhibir con más claridad el fenómeno. Los creyentes estiraban sus brazos para tocar el objeto sagrado; otros alargaban el cuello y lo besaban. Una señora hacía grandes esfuerzos por levantarse de su silla de ruedas y pedirle a San Pantaleón el milagro de la curación.

En la sacristía se respiraba cierto resentimiento por la escasa atención que le prestan a San Pantaleón las autoridades de Madrid. Había una pizca de envidia por el prestigio popular que tiene en Nápoles San Jenaro, cuya sangre también se licúa "pero no con la misma precisión y nitidez que la de San Pantaleón". Uno de los religiosos contó que días atrás, a raíz de un artículo aparecido en un periódico que llevaba como título San Jenaro contra el Real Madrid, le había enviado una carta a Ramón Mendoza, presidente del club madridista, en la que le sugería "reflexionar sobre la devoción de los napolitanos por sus santos".

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