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Un pueblo en extinción

Apenas queda medio millar de huaoraníes, la tribu que mató a dos religiosos

Las crónicas coloniales informan que los huaoraníes eran miles, que tenían grandes agujeros en las orejas, el pelo negro y que iban desnudos. Según los últimos censos oficiales efectuados por las autoridades de Ecuador, en 1975 eran 601, de los que 319 eran hombres y 282 mujeres. En 1981 sólo sumaban ya 574 de estos indígenas que el pasado miércoles emplearon sus lanzas y sus flechas contra quienes creían que eran enemigos: el misionero español Alejandro Labaca y la monja colombiana Inés Arango.

Los huaoraníes, término que en su propia lengua significa hombres, fueron bautizados por los quechuas, otro pueblo indígena, como aucas, que en ese idioma se traduce como salvajes. El hombre blanco, en su tradicional concepción peyorativa de los aborígenes, adoptó el segundo apelativo para referirse a los huaoraníes.Esta etnia vivía en un área selvática de 18.000 kilómetros cuadrados por el noreste amazónico de Ecuador, dedicados a la caza y a la pesca.. Pero tuvieron la mala fortuna de que sus tierras resultaran excepcionalmente ricas: había petróleo, oro, caucho y árboles gigantescos. Demasiada riqueza para unos indios.

En el siglo pasado fueron los caucheros y buscadores de oro los que sostuvieron cruentos enfrentamientos con los huaoraníes, que, ante la imposibilidad de defenderse de las armas de fuego, se vieron obligados al desplazamiento hacia el interior de las oscuras selvas amazónicas. En 1921 llegaron la compañías petroleras, y con ellas, la lucha frontal, sin disimulos. Los distintos Gobiernes de Ecuador se colocaron del bando empresarial y obligaron a los huaoraníes a muchas peregrinaciones, hasta situarlos en las llamadas zonas de reserva, consistentes en 62.000 hectáreas.

Pero, además de los choques con los hombres del mundo civilizado, llamados cohuari en lengua huaoraní, la penetración trajo el blanqueo de las costumbres. De andar desnudos por la vida con un cinturón de algodón, llamado kome, que en el caso de los hombres servía para sujetar el pene, pasaron al pantalón vaquero y la camisa.

Antaño, la vivienda consistía en una choza rectangular con techo a dos aguas de hojas de palma entrelazadas, que llegaban hasta el suelo, y con paredes de caña. Ahora proliferan las cabañas hechas con materiales de construcción y carteles publicitarios de Julio Iglesias en las paredes. Enfermedades como la gripe y la polio, desconocidas para los huaoraníes durante siglos, son ahora moneda corriente y una de las principales causas de mortalidad.

Yuca y carne de mono

Quizá sea la comida la costumbre cultural que ha logrado mantenerse con mayor arraigo. Siguen alimentándose de yuca, frutos silvestres, carne de mono, pescados de río, y continúan bebiendo la chicha de yuca, líquido que extraen de ese tubérculo; no obstante, ya se empiezan a ver botellas de ron.Entre los huaoraníes hay comunidades que se resisten a todo tipo de blanqueo, pero este pueblo se divide en cuatro grandes grupos: quitari y piyemori -que son los más numerosos y tienen el mayor contacto con el mundo occidental-, y los baihan y tagairi, los díscolos que viven fuera de las zonas de reserva. Precisamente los tagairi fueron los que mataron a Alejandro Labaca y a Inés Arango.

Labaca, vasco de Beizama (Guipúzcoa), trabajaba desde hace varios años con los huaoraníes y buscaba acercarse a lo irreductibles tagairi, cuyas tierras sirven como área de trabajo para un consorcio petrolero de Francia, Brasil y Reino Unido, gracias a un contrato con el Gobierno de Ecuador.

De acuerdo con publicaciones especializadas, los huaoraníes son uno de los 92 pueblos aborígenes destinados a desaparecer a fines de este siglo. Por el momento, la mayor parte canta con José Luis Perales y vota en las elecciones.

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