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PRESENTADORES

La noticia en sus parejas

Vicente Molina Foix

Desde el amanacer hasta el crepúsculo se nos tiene informados. ¿Hay países del mundo libre en los que las noticias de la televisión lluevan tanto sobre el escaso suelo mojado de la actualidad? La única respuesta es que, al menos, aquí la información se adorna con un número. Dos.Todo empieza con Carlos Mújica y Sandra Sutherland, el primer dúo de la jornada. Ella, francamente mona, con aspecto de chica muy despierta (¡a esa hora!). Él, con barba y bigote, sólido, quizá un poco estólido, con la autoridad y el rostro de un penene. El hombre que nos informa ha de ser poroso y borroso; la mujer, pizpireta.

A la barba de Mújica le viene en apoyo la barba de Erquicia, que tiene historia; una barba crecida a la sombra de todos los directores de la casa. Pero Erquicia, que viene del pasado y regresa al futuro, también sale acompañado. ¿Qué decir de María Escario? Desde Asturias se gesta su candidatura como Guapa con gafas 1987, y resulta que, encima, es muy capaz de sostenerle la vela a cualquier barba.

Pero estos tándems de la mañana, se objetará, son meros simulacros. La noticia sacramentada, la de más crédito, se difunde en los telediarios. A las tres de la tarde y a las 20.30 la noticia de la mañana ha variado muy poco, y los mismos huelguistas y el mismo ministro anunciando una tregua social reaparecen. Pero, ¡ah!, ahí esta el dúo; parejas éstas verdaderamente conyugales, sin el aroma concubinario que tienen los ayuntamientos mañaneros. Mariñas, agreste, de barba indómita, y su media naranja, Elena Sánchez, a quien tanto se le nota que ha hecho deporte. O Luis de Benito por la tarde, limpito éste, tan lavado que llega a parecer descolorido; aunque allí está, a su lado, la García Campoy, que sí tiene color, con su deslumbrante colección de pendientes.

Por la noche se rompe el ten con ten. La mejor presentadora de noticias que hay en la casa, la única capaz de dar con compostura un brillo húmedo a sus ojos cuando anuncia la matanza de ETA en Barcelona, Rosa María Mateo, y la Única, qué casualidad, que no es directora de su telediario.

Rancho aparte merece el matrimonio de los fines de semana. Secundino, el imitable Secundino González, con su bigote Groucho Marx reducido a los límites de la lógica, de esa lógica de maestrillo con la que nos quiere explicar las noticias. Menos mal que la Tenaille se corta el pelo a lo garçon para poner un poco de morbo en esa unión.

Hace unos meses, al primer calor de su nombramiento, Pilar Miró, con una frialdad de Salomé, pidió que le trajeran en bandeja de plata las cabeceras de los telediarios. Se sabe el resultado de aquella decapitación: aún seguimos hoy esperando las nuevas. Si resulta difícil, por lo visto, hacer rodar cabezas, evitar la repetición mortecina de las noticias a lo largo del día, los frecuentes errores de conexión, la mirada ánsionsa del locutor al tele-prompter, la pobreza de la noticia cultural, y en especial la literaria, o, en fin, el que Luis de Benito no pueda pronunciar correctamente la palabra desaceleracion, la directora del Ente, de quien se rumorea que elige hasta el vestuario de su personal, debería por lo menos meter mano en las parejas. Un arreglo cosmético, un swinging o una ola de divorcios en masa podrían dar la apariencia de que algo había mejorado en el maltrecho hogar de la información.

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