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ANÁLISIS

Mesianismo de Wojtyla en Polonia

Juan Arias

El tercer viaje realizado la semana pasada por Juan Pablo II a su tierra polaca, que al comienzo aparecía más bien gris y en la línea de la simple normalización, se ha revelado, por el contrarío, lleno de sorpresas y cargado de tensiones. Y las sorpresas han sido para todos. En primer lugar, para el general Wojciech Jaruzelski, jefe de Estado polaco, tan turbado por la actitud mantenida en la intensa semana pastoral del papa Karol Wojtyla, que se sintió en el deber de pedir al final un nuevo encuentro, no programado, con Juan Pablo II antes de que éste abandonara Polonia.Al general le hubiese gustado que dicho encuentro hubiese tenido lugar con mayor solemnidad, mientras que el Vaticano presionó para que se realizase en el aeropuerto. Que dicho coloquio no fue fácil ni de rutina lo demostraron dos hechos. Su duración, de 55 minutos, sin intérprete ni testigos y sin comunicados finales, y el duro discurso pronunciado inmediatamente después por el general ante el Papa, en público, en el mismo aeropuerto.

Al presidente de la República Popular Polaca le había desconcertado y dolido el que el Papa hubiese ido a Polonia a desenterrar el por él disuelto sindicato Solidaridad, de Lech Walesa, en la ciudad donde había nacido, en Gdansk. No le había gustado la visita de Juan Pablo II a la tumba del padre Jerzy Popieluszko, que acabó convirtiéndose en una manifestación patriótica de fuerte contenido político a favor de Solidaridad, ni, probablemente, que hubiese presentado al sacerdote asesinado como ejemplo y modelo para los jóvenes sacerdotes polacos del futuro. De hecho, en su discurso final, el general Jaruzelski dijo con ironía al Papa que hubiese sido mejor usar la palabra solidaridad "en defensa de los que continúan sufriendo a causa del racismo, del neocolonialismo, de la desocupación, de las persecuciones y de la intolerancia".

Réplica de Jaruzelski

A Juan Pablo II, que había insistido ante los millones de polacos que salieron a aclamarle por todas partes en Polonia que se los llevaba muy dentro y que había hablado en nombre de ellos, Jaruzelski le respondió: "Su Santidad se lleva la imagen de la patria en su corazón, pero no puede llevarse los problemas reales del país. El país continúa entre el Bug y el Oder. El futuro queda en manos de los polacos, dependerá de su fuerza económica, de sus reformas y de su renovación". Y acusó al mismo tiempo "las manipulaciones difamatorias" que, dijo, fueron lanzadas en el exterior durante este viaje.Sorprendidos se mostraron también; pero desde otra perspectiva, amigos de toda la vida del papa Wojtyla, como Jerzey Turovicz, director de la revista católica más importante: del país, quien no conseguía disimular su felicidad porque él mismo no había imaginado que Juan Pablo II iba a ser tan tajante en la defensa de Solidaridad y en su desafío al régimen.

Aun ofreciendo luz verde para las nuevas relaciones diplomáticas, las condiciones puestas por el Papa fueron muy duras, según algunos incluso imposibles de cumplir por el momento. De hecho, "desafío", y "desafío difícil", fueron las expresiones más utilizadas por el Papa durante este viaje. Yjunto con dicho desafilo, también su "patriotismo", esta vez agigantado hasta enardecer numerosas veces a la muchedumbre. Como cuando exclamó: "El Papa no es polaco..." y, tras unos segundos de silencio de tumba y de sorpresa, añadió: "...pero yo soy polaco", arrancando una ovación.

Ha estado cargado, en efecto, de mucho mesianismo este tercer viaje del Papa a Polonia. La gente de la calle se ha identificado, sin embargo, casi freudianamente con sus denuncias, a veces claras, otras implícitas simbólicas contra un régimen que detestan. El Papa ha palpado, una vez más, que él, y sólo él, es el verdadero líder de Polonia. Algunos obispos se preocupan ahora de lo que pueda pasar tras haber sido removidas con tanta fuerza las cenizas de Solidaridad. Nadie podrá acusar, sin embargo, Wojtyla de haber cedido a la tentación del compromiso fácil con el régimen. Para el primer Papa eslavo de la historia la convicción de que tiene una misión mesiánica que cumplir y de que Polonia puede y debe jugar un papel de nueva Israel o pueblo elegido en el año 2000 ha quedado aún más explícito que nunca.

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