El Atlético, justo finalista por juego, garra y remate
Beenhakker desenterró sus ideas, modificó el equipo de Molowny -el que viene jugando bien las últimas semanas-, dispuso una colocación de jugadores que tenía como objetivo destacado anular a Marina y a Rubio, y el Madrid salió eliminado de la Copa. El Atlético fue superior en juego, garra, fuerza y remate, y gracias a ello obtuvo un triunfo que a su afición le supo a gloria. El partido fue intenso, duro, no muy bien jugado pero emocionante y con frecuentes ocasiones de gol.Se propone un ejercicio: escribir en columna sobre un papel en blanco todos los números del uno al 11. Luego, colocar en la columna de la izquierda los nombres de los jugadores madridistas que llevan esos números en sus camisetas, y en la de la derecha los del Atlético. Después, comparar. Finalmente, búsquese la explicación a que el Atlético pueda eliminar al Madrid de la Copa a lo largo de 180 minutos dejuego. Si no se da con la clave, pregúntese a Beenhakker.
Leo Beenhakker vino al Madrid con una idea fija: variar el imponente equipo de las dos últimas temporadas, de manera que se notara su mano en él. Su idea principal fue hacer una medía que cortara más juego, y en pos de esa idea ha pospuesto la calidad muchas veces. Anoche encontró una nueva ocasión para ello. Ausente Jankovic, presentó una alineación que parecía lógica: entraba Salguero, de quien todos suponíamos de antemano que jugaría como libre para dar traslado a Gallego al puesto de ordenador de juego, que tránsitoriamente y con éxito está ocupando Jankovic.
Pero no fue así. Salió Salguero pero salió como medio, para marcar a Marina. El Madrid ordenaba su equipo sobre la idea de anular a Marina. Se rompía la armonía de juego de las últimas semanas -la que existe desde que, a partir de la llegada de Jankovic, el Madrid juega con una media de manejadores de balón, o sea, con el equipo de Molowny, sin más modificación que trasladarle al yugoslavo el papel de Gallego y a Gallego el del ausente Maceda- y se reensayaba una media más defensiva. Además de eso, envió a Sanchis a perseguir briosamente a Rubio por la media punta.
En realidad, había signos para adivinar que algo así podía ocurrir. En la víspera, Beenhakker se había mostrado eufórico, y cuando se muestra eufórico es que está recobrando la confianza en sus ideas, y cuando recobra la confianza en sus ideas hace cosas de ese estilo.
Salguero, vaya por delante, jugó bastante bien. Pasó bien el balón, se proyectó hasta el fondo y rindió. Pero el equipo anduvo sin rumbo, sin criterio. Apretó durante unos veinte minutos, pero hacia esa fase del partido decidió que no podía aguantar el ritmo de velocidad y garra del Atlético y prefirió dejar que pasara el tiempo. Al fin y al cabo, pensarían, ¿cómo va a marcarnos dos goles el Atlético?
Y fue emergiendo un Atlético, un equipo que no tiene un entrenador que resta, sino uno que suma. El Atlético tenía a Landaburu por delante de la defensa, dirigiendo la maniobra, a dos laterales que subían a los claros que quedaban tras la defensa del Madrid -que intentó poner en práctica varias veces la trampa del fuera de juego, pero no le salió- y que aprovechaba cierto desajuste que producía en esa zona la ausencia de Sanchis. Solana empañó su buena trayectoria reciente con varios despistes en la trampa del fuera de juego, aunque la incapacidad de Merino y de uno de sus liniers arropara al Madrid ante este problema.
Con más juego y más garra no era raro que el Atlético creara más ocasiones. Y con más ocasiones, no era raro que consiguiera más goles. Llegó el descanso con empate a cero, pero de repente el Atlético consiguió dos goles muy rápidos. El Madrid se vio eliminado y trató de reaccionar. Beenhakker se marcó un farol que ya se ha marcado otras veces, sentar a Butragueño -buena manera de contribuir a la confusión por la que atraviesa éste- para sustituirlo por Pardeza. La cosa no iba y entonces sentó a Salguero -a quien tampoco habrá hecho mucho bien este partido- para sacar a Santillana. (Para este viaje no hacían falta esas alforjas).
Pero más que los cambios contaba otra cosa: la fatiga. El Madrid no tiene tampoco este año el aire de las dos temporadas anteriores y en los partidos realmente dificiles le sobran los últimos minutos. Luis se apresuró a cargar a su equipo de defensas -hasta seis destructores puros juntó- pero no hizo falta, porque el Madrid no tenía fuerza para el apretón final. Desahogó su derrota en el mal humor y su feo estilo dio paso a un final cargado de fricciones y de pequeñas reyertas. Justo lo que convenía al Atlético, finalista gracias a sus dos goles, y a quien convenía que los últimos minutos se consumieran de esa manera.
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