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LAS ELECCIONES DEL 10 DE JUNIO

Barcelona, pendiente de la fidelidad del voto nacionalista

Un resultado electoral en la ciudad de Barcelona semejante al de las elecciones legislativas de 1986 daría la alcaldía al candidato de Convergéncia i Unió, Cullell, con los votos de los concejales de AP. Mucho más clara resultaría la victoria de Cullell si los resultados de mañana se parecen a los de las autonómicas de 1984. Éste ha sido el gran argumento utilizado por los nacionalistas en esta campaña: politizarla al máximo buscando la fidelidad del voto obtenido en las dos últimas confrontaciones. "Que nadie se confunda: en esta carrera yo corro con Cullell; quien no le vote a él no me vota a mí", afirmó Jordi Pujol, presidente de la Generalitat y líder de la coalición CiU, en uno de los actos electorales. Anoche, Pujol fue la figura central del mitin que cerró la campaña nacionalista.En los medios socialistas hay optimismo respecto a la posibilidad de que Pasqual Maragall revalide su cargo. únicamente una encuesta (la de EL PAÍS) recogía una intención de voto que le era adversa, frente a todas las demás, que han pronosticado su victoria, posiblemente con una mayoría absoluta de concejales a favor. Su popularidad personal tras la designación olímpica y la tradición de que el voto urbano de Cataluña en las elecciones locales se inclina hacia la izquierda, le favorecen. En la última semana, Maragall ha recogido el guante de la politización, a la espera de que una victoria socialista debilite a la situación del actual Gobierno de la Generalitat.

De esta forma, estas municipales se han convertido en unas primarias de las autonómicas del año que viene, aunque Maragall ha advertido a amigos y adversarios que el candidato socialista a la Presidencia de la Generalitat no será él, sino Raimon Obiols, tanto en 1988 como en 1992.

Existen variados ejemplos de la infidelidad electoral de los catalanes. En Gerona, por ejemplo, CiU aplasta a los socialistas en las elecciones autonómicas y les supera en las legislativas, pero nadie duda de que el socialista Joaquim Nadal volverá a ser elegido alcalde. Otro ejemplo es Sabadell, donde los socialistas arrasaron en las legislativas de 1982 y 1986, los nacionalistas fueron mayoritarios en las autonómicas de 1984, pero son los comunistas quienes tienen mayoría absoluta en el consistorio.

El mapa político de la ciudad de Barcelona ha experimentado una bipolarización creciente desde 1982, después del hundimiento comunista y la desaparición de UCD, que sólo ha beneficiado en parte a Alianza Popular. Si Maragall no obtiene mañana la mayoría absoluta (22 concejales de un total de 43) y los comunistas no superan la barrera del 5% necesaria para entrar en el reparto -la confluencia de ambas circunstancias es harto improbable-, un posible pacto entre nacionalistas y aliancistas daría la alcaldía a Cullell. Desde hace meses, en los medios políticos catalanes se considera que el candidato de AP, Enrique Lacalle, es partidario de dar sus votos a Convergéncia. En 1983 los socialistas obtuvieron 21 concejalías, una menos que la mayoría absoluta, pero Maragall sumó los votos de los tres concejales comunistas del PSUC. Convergéncia i Unió obtuvo 13 concejales, y Coalición Popular, seis.

Además de Barcelona, la lucha electoral en Cataluña se libra cuerpo a cuerpo en otros muchos municipios. Los comunistas se han dolido de la ofensiva socialista contra sus alcaldías, que en el caso de Santa Coloma de Gramenet (140.000 habitantes) ha sido un derroche de propaganda, con la presencia de figuras socialistas de primera fila (ha sido en la única población catalana a la que ha acudido Alfonso Guerra). El PSUC acusa a los socialistas de "equivocarse de enemigo".

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