Los defectos, al desnudo
¿Habrá que suponer que los seleccionados españoles dan por descontada una victoria hoy frente a la Unión Soviética? Si no, la blandura fisica y mental exhibida ayer frente a Yugoslavia, garantía de una derrota amplia y, por ende, de un tercer puesto en el grupo en caso de perder frente a los soviéticos, resultaría poco, comprensible.No sólo el arbitraje poco amistoso, no sólo las rachas consecutivas de tiro de cada uno de los jugadores exteriores yugoslavos son culpables del resultado: España puso de su parte la revelación simultánea de todos sus defectos, cuando en los anteriores partidos había demostrado simultáneamente todas sus virtudes. Curiosamente, eso fue a ponerse de manifiesto, una vez más, y por si fuera poco, ante Drazen Petrovic.
Los cinco últimos minutos del primer tiempo fueron los del descalabro, ya que después de un último empate a 34 los yugoslavos lograron un 20-4 abrumador que rompió el partido y el espinazo del equipo español.
Hombres altos
¿Qué había sucedido? Por parte española, el primer choque con los pívots más altos y potentes hizo estallar la burbuja de la superioridad reboteadora exhibida por la pareja Romay-Jiménez en los tres primeros encuentros. Jiménez, además, fue a menos a medida que se dejaba impresionar por los corpachones de los rivales, y su suplente Arcega -flaquísimo y pequeñito frente a esos mismos rivales...- resultó inoperante. Sin rebotes no había contraataque español, y además Cosic tenía impecablemente preparado el balance defensivo de los suyos cada vez que España intentaba correr.
Además, la movilidad yugoslava no fue contrarrestada por la defensa individual española, cada vez más blanda segun pasaban los minutos. Y otro problema: Solozábal no supo empujar al equipo en el primer tiempo, y su suplente Montero, como les suele suceder a los jóvenes, es más eficaz si sale de titular que si tiene que saltar a la cancha en frío. Su actuación fue bien diferente a la exhibida ante Gallis y Grecia el día anterior.
Por parte yugoslava, el tiro, la confianza creciente, el saber jugar sin balón de los hermanos Petrovic y de Cvjeticanin -quizá el mejor escolta puro del campeonato, y eso que apenas había jugado hasta ayer- sacaron de sus casillas a los españoles. Nada nuevo bajo el sol.
Lo que sucede en este caso es que la derrota ni es trágica, ni quita posibilidades de proeza hoy ante la URSS ni, sobre todo, corta el paso a los primeros puestos. Pero una cosa queda clara: el rebote es la clave de este equipo y sin un Fernando Romay estratosférico, en versión NBA, como hasta ahora, y además bien respaldado por el resto del equipo, no habrá medalla.
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