Suicidio
He aquí una propuesta de suicidio para alcanzar ligeramente la inmortalidad. Elige una gran escultura de Chillida, bien de hierro o de cemento. Imbuido por su belleza, cárgala en un velero atracado en un punto del Mediterráneo. Aunque pese más de 100 kilos, si algunos marineros curtidos te ayudan, siempre hallarás el modo de colocar en el filo de la borda esa obra de arte en un equilibrio estable. Comienza a navegar mar afuera un día azul en que las olas se agiten con mucha dulzura, rodea tu cuello desesperado con una soga o estacha formando un nudo ballestrinque, y con el mismo cabo átate luego a la pieza de este insigne artista. También puedes llevar contigo una pequeña caja de oro lacrada en cuyo interior tu habrás labrado con punzón un mensaje destinado a la posteridad. Cuando el barco pierda la costa y fluya sobre una sima de 500 brazas, no tienes más que empujar desde la regala ese hierro o cemento fastuoso y entonces tu cuerpo, unido a él, será arrebatado igualmente hacia el abismo e irá ganando con furia la profundidad hasta quedar reposado boca arriba con los ojos abiertos junto a una maravillosa obra de arte en el fondo de las aguas.Eduardo Chillida es hoy el mejor escultor del mundo. Sus creaciones someten la fuerza oscura a un refinado rigor de la inteligencia. Atraídos por el valor estético o lucrativo de esta pieza, tal vez algunos buceadores de la cultura intenten rescatar el tesoro submarino, pero de momento nadie podrá aflorarlo. Con el tiempo quedará convertido en una leyenda acuática inseparable de tu cadáver. Pasarán los años o los siglos. Tu carne habrá sido ya pasto de los peces y la escultura estará cubierta de lapas o petrificada por el coral. No dudes que un día del próximo milenio alguien por fin llegará hasta ella. La sacará a la superficie como se extrae un bronce de Praxiteles, y con él aparecerá la pequeña caja de oro que tendrá grabado tu nombre con esta inscripción: "Mayo de 1987. Turbada o quieta, el agua es siempre agua. No existe nada más".
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