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La 'tortuga paralítica'

El largo adiós de un heroinómano que esperó durante siete años ser encarcelado por un delito menor

Amelia Castilla

Antonio Cabal Riera, de 34 años, casado y con una hija, falleció el 18 de abril en los servicios de una cruasantería, en la calle madrileña de La Ruda, por sobredosis o adulteración de heroína. En uno de los bolsillos de la chaqueta guardaba una carta dirigida al director de El PAÍS en la que criticaba la lentitud de la justicia, a la que calificaba de tortuga paralítica. Antonio tenía pendiente una condena por un robo con intimidación que cometió dos días antes de su ingreso en la cárcel de Carabanchel.

Antonio se despidió un sábado de sus compañeros de la librería ecologista en la que trabajaba. El adiós era para largo. El lunes ingresaba en la cárcel. Tenía que cumplir una condena de cuatro años y dos meses. El futuro reo trató de animar a sus amigos. Les dijo que pensaba aprovechar el tiempo a la sombra para estudiar. Antes de abandonar la librería Verde, situada en la zona de Ópera, llamó a su esposa y le dijo que comería en casa. Serían alrededor de las 13.30 horas. Una hora después encontró la muerte en los servicios de una cafetería, situada en la zona del Rastro. Tenía una jeringuilla clavada en su brazo izquierdo.

Antes de ponerse el último pico, Antonio había escrito una carta al director de este periódico: "Llevo siete años esperando a que supuestamente me rehabiliten por el consumado delito de robar con intimidación 12.000 pesetas a un señor. El trauma psicológico de la persona que sabe que tiene que ingresar en prisión sólo es comparable al de un enfermo de cáncer o SIDA. La cárcel es terrible, uno no sabe lo que puede encontrarse. Además de la angustia, la depresión, que pueden conducirte a la locura o al suicidio, están los riesgos evidentes de contraer enfermedades como la hepatitis o el SIDA. Las estadísticas son terribles: es seguro que más del 70% de los presos que entren en las cárceles y pasen más de seis meses en ellas contraerán anticuerpos de la plaga del siglo".

Las dudas del testigo

Antonio Cabal explica en la carta que "cinco años después de cometerse el delito se celebró el juicio en los juzgados. El único testigo del suceso, la propia víctima del robo, aseguró, al preguntarle si reconocía al acusado, que al cabo de tanto tiempo no sabría decir, pero que suponía que sí".El primer reconocimiento se realizó en la comisaría de Torrejón de Ardoz, poco después de que fuera detenido por la Guardia Civil en su domicilio, situado en esa localidad.

Uno de sus hermanos recuerda ahora que Antonio se resistió a la detención y se encerró en su casa. Los agentes entraron por una de las ventanas e hicieron uso de gases lacrimógenos para reducirle. El detenido compareció en el reconocimiento cubierto con una manta y con el rostro ensangrentado. "Seguramente lo habían golpeado", explica con tristeza su hermano.

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De la comisaría pasó a la cárcel, donde cumplió año y medio de prisión preventiva antes de salir a la calle en libertad provisional. Luego llegó el juicio y la primera sentencia, que le condenaba a cuatro años y dos meses de cárcel. Después siguieron las apelaciones.

En diciembre del pasado año le notificaron, según recuerda ahora su hermano, que pronto se vería su caso en los tribunales. Los que le conocieron aseguran que había intentado empezar de nuevo, pero a partir de esa fecha las cosas comenzaron a fallar. Se le fundieron los cables. Había pasado una temporada en un centro de rehabilitación y estaba en fase de desintoxicación, pero volvió a ponerse caballo.

"Más razón que un santo"

"Es peor el miedo a la cárcel que la muerte misma. Señor juez, le ruego que me meta en prisión ya", dice la carta. "Mi mujer y mi hija sufrirán menos al pensar que por fin al entrar en prisión ya podemos contar los años, los meses y los días que quedan para que acabe la angustia de esta historia interminable"."Señor juez", continúa la carta, "si al poco tiempo de cometer el delito me hubieran juzgado y penado, hace años que hubiera acabado esta pesadilla. ¿Tengo yo la culpa de que la justicia sea una tortuga paralítica? ¿Por qué sólo se aplica la redención a los presos penados [los presos tienen derecho a redimir un día por cada dos de trabajo] y no a los preventivos?".

La carta, escrita a mano sobre folios blancos, estaba en el bolsillo de su chaqueta. El policía de la comisaría de Arganzuela que recogió los objetos del fallecido comentó, tras leer la carta y entregársela a sus familiares: "Tenía más razón que un santo".

La carta de Antonio Cabal relata su primera detención en 1971 y sus 10 meses en la cárcel por fumar canutos con unos amigos. Cuando salió el juicio fue absuelto.

Antonio quería saber también quién le devolvería el tiempo que pasó injustamente preso. "Es gracia que espero merecer de v. e., cuya vida guarde Dios muchos años".

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