La condena de Otelo
EL PROCESO y la condena de Otelo Saravia de Carvalho, aparte de sus contenidos judiciales, no puede separarse de las peculiares circunstancias que acompañaron a la recuperación de la democracia en Portugal, en los años siguientes a la revolución de abril 1974.La caída de la dictadura más prolongada de Europa fue protagonizada por un grupo bastante numeroso de militares jóvenes que, a través de la tragedia que vivieron en las guerras coloniales, tomaron conciencia de la necesidad de poner fin a un régimen corrompido y autoritario. Las fuerzas políticas participan en la brecha abierta por los militares y, entre éstos, Carvalho dirigió operativamente el golpe del 25 de abril y por ello fue enaltecido como símbolo de la revolución de los claveles. Mandó luego durante dos años el Copcon (Comando Operacional del Continente), fuerza encargada de impedir cualquier golpe reaccionario; pero que a la vez desbordó su papel militar impulsando iniciativas revolucionarias, ocupaciones de tierras o de empresas, que desbordaban la legalidad. Con ello creció su popularidad de Carvalho en algunas capas.
Ya en 1975 fue encarcelado durante unos meses por abusos cometidos por el Copcon. Diversos rasgos de la personalidad de Otelo contribuyeron a empujarle hacia un ultraizquierdismo aventurero. Extrovertido y superficial, sin formación política, su entusiasmo se volcó hacia las soluciones más radicales. Del período de de abril del 74, y luego en el Copcon, se desprendió la idea -que no era entonces exclusivamente suya- de que los avances se lograban sobre todo con el apoyo de las armas; en cambio se recelaba de la acción política de los civiles, que aceptaban los retrocesos de la revolución. Esta concepción explica el choque entre Otelo, a pesar de su izquierdismo, y el PCP. El Partido Comunista Portugués jugaba la carta de los militares, pero supeditándolos a su orientación. Las dos candidaturas de Otelo a la presidencia, en 1976 con un 17%, y en 1980 con menos de un 2% de los votos, registraron la caída de su popularidad.
Cuando en 1984 Carvalho fue detenido como uno de los responsables de una organización terrorista culpable de varios homicidios, la sorpresa y el escepticismo cundieron incluso entre sus adversarios. ¿Han sido disipados estos sentimientos por el proceso que acaba de concluir? La respuesta tiene que ser ambigua. El desarrollo del juicio ha adolecido de obvias deficiencias- la fuente casi exclusiva de las pruebas han sido los arrepentidos, algunos de los cuales han -perdido credibilidad en los interrogatorios. El rasgo más negativo ha sido la duración abusiva, tanto del encarcelamiento preventivo. -casi 3 años- como del juicio, que empezó el 7 de octubre de 1985. Entonces fue calificado de "proceso del siglo"; con el tiempo, se ha convertido en el juicio olvidado. Muchos abogados abandonaron la defensa y unos 30 han tenido que ser designados de oficio. Un proceso con tales implicaciones políticas exigía total transparencia, y asimismo solemnidad, para poder disipar las dudas iniciales.
La sentencia del tribunal considera probados hechos muy graves contra Carvalho y otros acusados, pero que no pueden ser asimilados a terrorismo. Su organización clandestina, FP-25, preconizaba el uso de la violencia armada "para impedir un eventual golpe fascista" y en una fase ulterior, "instaurar el poder popular"; ello configura un delito de "subversión de las instituciones del Estado". Por otra parte, "algunos miembros", inspirados por "el plan global", realizaron actos de violencia, incluso homicidios. Pero no parece deducirse de la sentencia la responsabilidad directa de Otelo en los homicidios. En cuanto a la "subversión", todos los regímenes de derecho la castigan justamente con altas penas. Pero en ese terreno, parece que los actos de Otelo, por graves que hayan sido, no desbordaron una fase preparatoria.
La defensa ha decidido recurrir la sentencia, y por lo tanto el caso no se puede dar por zanjado. Ello no favorece a la democracia portuguesa. El proceso de Otelo es un elemento de enrarecimiento para el asentamiento del sistema y, probablemente, sus últimas causas haya que buscarla en la casi indeclinable tentación cesarista de los militares de muchos paises, a los que les resulta prácticamente imposible devolver el poder a la sociedad civil, aunque lo hayan tomado para restablecer las libertades.
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