Protesta de vecinos de Carabanchel para lograr una entrevista con Mangada
Un centenar de vecinos de Carabanchel Bajo, fundamentalmente mujeres con sus pequeños, ocupó ayer durante más de dos hojas el vestíbulo de la sede de la Consejería de Ordenación del Territorio, Medio Ambiente y Via, en la calle de Maudes. Los manifestantes exigían una entrevista con el titular de dicha consejería, Eduardo Mangada cuya versión no pudo ser obtenida ayer, -pues se hallaba enseñando diversas obras a "unos bávaros"- para lograr la paralización del nuevo proyecto para construir 534 viviendas de promoción pública en el Alto de San Isidro.Julia García, portavoz de este colectivo, afirma que el próximo lunes se realizará la adjudicación de obras, y Mangada, según confirmó su secretaria, no puede recibirles hasta el miércoles, dado que su "agenda está muy apretada". "¿Para qué nos va a recibir después de que se hayan adjudicado las obras?" dice García.
Cambio de arquitecto
Estos vecinos de Carabanchel Bajo, que dicen ser en su mayoría ocupantes de chabolas e infraviviendas, afirman que el nuevo plan rebaja la calidad de las viviendas del anterior proyecto, aprobado por el Instituto de la Vivienda de Madrid (IVIMA) y que no pudo realizarse porque quebró la constructora en octubre pasado. A partir de ahí, en lugar de buscar una nueva constructora, se contrató a un nuevo arquitecto que diseñó otro proyecto. Los vecinos se quejan de que en este proyecto ya no intervienen, al contrario que en el anterior, los dos arquitectos que representaban a la asociación.Sostienen, además, que la realización de este nuevo proyecto encarece el presupuesto, por los honorarios del nuevo arquitecto, que cifran en 30 millones, y los gastos, de liquidación de los anteriores. Y reprochan que la gestión de la construcción de estas viviendas no la lleve directamente el IVIMA, sino otro organismo oficial que, por su gestión, cobra un porcentaje del total de las obras, lo que significa, dicen, unos 135 millones.
Dentro de la rebaja de calidades que atribuyen al nuevo proyecto, citan que se elimina el zócalo de piedra de la fachada; los miradores de hierro se convierten en cristaleras de aluminio; desaparecen las verjas de hierro de los balcones; se reduce el número y la amplitud de las ventanas; se estrechan las cocinas y ya no cabe una mesa para comer en ellas; y se cambian otros elementos de las fachadas que le daban un "sabor típico de Madrid". Los vecinos también exigen que les entreguen las cuentas pormenorizadas de estas obras.
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