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Reportaje:Indonesia ante las elecciones / 1

Un gigante hundido, pendiente de lo sobrenatural

El próximo jueves se llevarán a cabo las cuartas elecciones legislativas bajo el régimen establecido por el general Suharto hace más de 20 años, en uno de los golpes de Estado más sangrientos del siglo XX. El partido oficial, Golkar, ha controlado la Cámara de Diputados (Parlamento) desde el derrocamiento de Sukarno, en 1965. Según las previsiones, el presidente Suharto mantendrá una vez más el control del país, sin siquiera los sobresaltos de la última campaña electoral, en 1982, marcada por la violencia sectaria, que causó 50 muertos y estuvo a punto de abortar la votación.

El llamado Nuevo Orden de las Fuerzas Armadas ¿le Indonesia (ABRI) ha entrado en un período de atonía, después de haber terminado -por inanición económica, asfixia cultural y garrotazo político- con toda pulsación independiente en una sociedad sometida a un férreo control militar durante 22 arios.Poco o nada se agita en Indonesia que amenace la prolongada estabilidad del régimen, a pesar de una economía en situación crítica -lastrada por la caída simultánea del precio del petróleo, principal exportación, y del dólar- y de una situación social convulsiva, donde destaca Yakarta, la capital, uno de los hacinamientos de miseria humana más densos del mundo, con 250.000 niños menores de cinco años -un cuarto del total- en estado de desnutrición. Poco o nada se agita en Indonesia, al menos según las apariencias de este enrevesado país, donde el teatro nacional (el wayang javanés) es un juego de sombras o fantasmas.

Una mirada al mapa es condición primera para acercarse a la realidad de Indonesia. El archipiélago -un total de 13.677 islas extendidas a lo largo de 6.400 kilómetros en forma de arco- se asemeja a los restos de un gigante hundido o perdido del último brazo que extiende al sur el continente asiático, entre la península de Malaca y Australia.

De sus islas, sólo 6.000 tienen nombre, y únicamente 992 están habitadas. Ocupan en su conjunto un área que los indonesios llaman tanah air kita ("nuestra tierra y agua").

La unidad necesaria

La República Unitaria de Indonesia es el único país del mundo que ha sentido la necesidad de aclarar en su denominación oficial que no es un Estado federal. Las razones son obvias. Sus 162 millones de habitantes, que convierten a este país en la quinta potencia demográfica mundial, forman parte de 366 etnias, que hablan 250 idiomas diferentes y tan innumerables dialectos que muchas veces ni siquiera los habitantes de una misma isla hablan la misma lengua. El idioma oficial, el Bahasa Indonesia, es una variante del malayo, que comenzó a extenderse al calor del nacionalismo anticolonial y es hoy el principal medio de unificación cultural nacional.

El archipiélago indonesio es un Asia troceada y dispersa, no sólo en su geografía, sino también en su cultura. Por ella han pasado todas las razas del oriente asiático, con sus costumbres y creencias, y entre sus confines se adora a Alá, Buda, Shiva y al Dios cristiano, o a una combinación de los cuatro.

Todas las grandes religiones han llegado a Indonesia por el comercio, la enseñanza o la persuasión, y no por la espada, y todas han encontrado en las vueltas y revueltas de la mentalidad archipielágica una nueva flexibilidad que a veces las hace irreconocibles.

Si bien un 90% de la población de Indonesia es musulmana, la ortodoxia y celo islámicos de otras naciones que profesan la misma fe se encuentran aquí atemperados por un pasado hindú y budista de más de un milenio. Pero, además, el racionalismo y el ascetismo del islam están diluidos por un elemento autóctono ancestral: el matriarcado.

La mujer ocupa en Indonesia un lugar social y políticamente más avanzado que en ningún otro país islámico. Todavía hoy existen linajes matriarcales, y en algunas partes de Sumatra es la mujer laque pide en matrimonio al hombre. Incluso puede iniciar el divorcio, auténtica herejía en otros países islámicos. Una mujer fue recientemente nombrada juez del Tribunal Supremo de Indonesia. En las mitologías de la génesis de la tradición indonesia, es una mujer legendaria la que ofrece a la humanidad el cultivo del arroz (como Prometeo entregó el fuego al hombre occidental), aunque tiene que ser sacrificada por ello.

Recursos sobrenaturales

Indonesia no es sólo un país abundante en recursos naturales (petróleo, gas natural, energía geotérmica, cobre, estaño, bauxita, níquel, madera, caucho y una extraordinaria productividad agrícola), sino también en los sobrenaturales: es una potencia mística. Creencias animistas y prácticas esotéricas y místicas ancestrales impregnan desde el último campesino hasta el presidente de la república, cuyas decisiones políticas llegan a estar influidas por intuiciones, signos y sabiduría de gran variedad.

El pueblo indonesio es de una sensibilidad religiosa que lo hace vulnerable a la manipulación política. Generales del ejército vuelan en helicóptero hasta los santuarios místicos de Blitar, en Java oriental, para consultar a sus dukuns (asesores espirituales), y altos funcionarios de la Administración se recluyen en meditación, en vísperas de decisiones importantes, en busca de revelación y guía divina.

En octubre de 1976, Sawito Kartowibowo, un visionario que reclamaba para sí la presidencia de la nación por derecho de su inspiración divina, protagonizó el último intento conocido de derrocar al presidente Suharto. Pero lo curioso del caso es que logró para su causa el apoyo y la firma de un elenco de máximas figuras nacionales.

Aún hoy, en Java, no pocos miembros de la élite cultural, con títulos de la Universidad norteamericana de Berckeley, expresan con naturalidad su creencia en el kebatinan: una fuerza mágica interna de dimensiones sobrenaturales que confiere poderes paranormales.

Uno de los factores clave en la lucha política del país es la capacidad para demostrar y ejercer poder, especialmente si éste va revestido de una apariencia mágica, divina o del más allá. El requisito del poder constituido, o de cualquiera que lo pretenda con éxito, es parecer en exceso fuerte e invencible, como las gigantescas verjas de piedra de ribetes flamígeros que, en Java, flanquean la entrada a tantas carreteras sin salida.

La vía de la transmigración

El archipiélago indonesio sufre de un descomunal desequilibrio demográfico. Tres islas centrales, Java, Madura y Bali, con una decimotercera parte del territorio, contienen las dos terceras de los más de 160 millones de habitantes de Indonesia. Esta situación ha persistido, y se ha ido agravando a pesar de los intentos -desde 1905, bajo los holandeses- de trasvasar población a otras islas (mientras en Java la densidad demográfica es de 678 personas por kilómetro cuadrado, en el resto del país es de 29). La política, conocida como transmigración, y que hasta 1977 trasladó a 750.000 personas, ha sido retomada con nuevos bríos por el régimen del Nuevo Orden.Con el último plan de desarrollo (Repelita IV, 1984-1989), el régimen espera transmigrar a un millón de javaneses como parte de una meta de cinco millones para el año 2000. Ecologistas y organizaciones de derechos humanos han atacado el plan por la deforestación y los conflictos étnicos y sociales que produce el asentamiento de colonos en los nuevos territorios.

La geografía de Indonesia es un mosaico de casi todos los climas y ambientes posibles. En el vasto archipiélago hay montañas nevadas en Irian Jaya (Nueva Guinea), pantanos plagados de mosquitos en Sumatra oriental, sabanas de eucaliptos en Timor, selvas impenetrables en Kalimantan (Borneo) e interminables arrozales escalonados en Java, con 400 volcanes en toda la extensión.

Con todo, es improbable que la transmigración contrareste el crecimiento vegetativo de la población si no se atacan las raíces sociales y económicas del desequilibrio.

Indonesia, con más del 70% de su población viviendo de la agricultura y un 40% bajo el nivel de pobreza absoluta, es el país del sureste asiático que tiene mayores capacidades para convertirse en una potencia mundial. El día que este despedazado y superpoblado país articule sus fuerzas dispersas y sea consciente de su propio poder, el equilibrio geopolítico del sureste asiático, y más allá, quedará trastocado.

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